Magdalena TSANIS (EFE)
MADRID

Steve McQueen, el hombre que soñaba con la velocidad

«Las carreras son la vida, todo lo que sucede antes o después es simple espera». La frase de Steve McQueen resume su pasión por el automovilismo, que ahora recoge el documental «The man & Le Mans», que llega mañana a la cartelera.

Gabriel Clarke y John McKenna retratan al protagonista de “Bullitt” como un hombre solitario que lo sacrificó todo por un sueño: conseguir sentar al espectador detrás del volante de un coche de carreras y hacerle sentir la excitación de la velocidad.

Clarke describe a McQueen en este periodo como «una figura trágica shakesperiana» que contrasta enormemente con la imagen de tipo duro y el apodo de «rey del cool» labrado públicamente.

Los autores del documental creen que McQueen –nacido en 1930 en Beech Grove, Indiana, y fallecido en 1980 en Ciudad Juárez, México– fue un pionero incomprendido, un adelantado a su época que buscaba por encima de todo la autenticidad.

«Él quería un filme sobrio, con poco guion. Si ves ‘El renacido’ sucede algo parecido, apenas hay guion, es una película sobre cómo es luchar por la supervivencia en unos Estados Unidos congelados del siglo XIX, trata de ponerte en la posición de alguien que lucha por su vida. Algo así buscaba McQueen».

No lo consiguió cien por cien, porque al perder el control de la producción los mandamases de Hollywood impusieron una película más argumental, y sustituyeron a Sturges por Lee Katzin y al guionista Alan Trustman por Harry Kleiner. Pero las escenas de carreras tal y como se reflejan son algo único. «Hoy no se permitiría rodar esas escenas tan peligrosas», considera Clarke.

La película incluye imágenes inéditas del rodaje y vídeos caseros de algunos pilotos, además de la voz original de McQueen extraída de diferentes grabaciones en las que habla de su visión del cine y los entresijos de “Las 24 horas de Le Mans”.

Se podría decir que fue una película maldita. Pero lo cierto es que casi todos los que han participado en el documental con sus testimonios –desde Adams, a quien McQueen rompió el corazón, hasta el piloto David Piper, que perdió su pierna en un accidente en el set o Trustman, que vio cómo su carrera se hundía por defender al actor– no parecen hablar con amargura, sino más bien con compasión. «El tiempo lo cura todo, no creo que ninguno de ellos se sintiera maldito», afirma el director.