«El grupo se siente cómodo en la fusión de los contrastes de todo tipo»
Tenpora es una banda de Tolosa que suma a la escena local un proyecto que conforma su identidad con la suma de cinco músicos de diferentes orígenes musicales y notable capacidad para dinamizar ambientes sin ligaduras. «Mundu berria» agrupa doce canciones marcadas por la calidad de sus composiciones y arreglos, más la flexible y modular voz de Elene Arandia.

«Mundu berria» es un disco de amables sonidos y excelentes composiciones del teclista Juantxo Zeberio. Se acompaña del experimentado Hasier Oleaga, batería, Itsaso Etxebeste, bajo, Beñat Barandiaran, a la guitarra, y Elene Arandia, voz. A excepción de Elene, todos son músicos curtidos en diferentes proyectos, pero Elene no se resiente de su juventud. Es una espléndida voz con capacidad para amoldarse a diferentes texturas y clímax, como muestra en los distintos retos que Tenpora propone. «Mundo berria» no es un disco de primera escucha y lo cantas. Es un trabajo de matices, de temperaturas y sensibilidades diferentes. Es coherente, pero se abre en cada corte. Encaja en la versión más amplia del pop, pero no es suficiente. Posee el color del jazz, sin quedarse.
Beñat Barandiaran es un pintor con su guitarra. Matiza y colorea con sumo gusto, variedad de sonidos. Es fino y elegante, Podría tocar pop, podría tocar rock, siempre sutil. Elene es la voz flexible, de tono cálido. Su cualidad de soprano, su sobrio temple, le permite moverse en un amplio rango, pero se muestra comedida, como sugieren los ritmos medios de Tempora, su intimidad templada. Es un grupo y un disco para escuchar con atención, buscando detalles, dejándose ir. Intentar clasificarles es malgastar el tiempo, dispersar la atención que merecen sus canciones.
Zeberio tiene buen gusto creando y como instrumentista, teclas. La banda completa los arreglos, sugerentes y delicados. El ritmo es fluido. El inagotable Beñat es todo gusto, pedales y efectos. Elene acoge con su voz, que la suelta en algunos crescendos.
Diez canciones propias y dos versiones, una de Antton Valverde (“Agur Euzkadi”). Tempora le da una vuelta al original, pero cuenta con el visto bueno de Valverde. “Gure hitzak” es de Mikel Laboa, el quinteto la revisa a fondo y añade una espectacular segunda parte. “Bai mundu berria” es enorme, pero cerca se encuentran “Gure hitzak”, “Tenporaz gabiltza”, “Frustration”, “Argia”, de cierto aire Ordorika, “Naguko kabaret” o “Non zaude”.
Tenpora es el reto inicial de Juantxo Zeberio, de prolífica y amplia familia musical, además de compositor y pianista. ¿Cómo suceden los hechos para que se cree Tenpora?
Juantxo y yo estuvimos en una gala especial de la asociación de comerciantes de Tolosa en octubre de 2012, nos llamaron para tocar juntos y es ahí cuando nos conocimos. Tuvimos que ensayar varias veces, probar temas... Y a raíz de esa actuación, dos meses más tarde me comentó la idea de formar un grupo y de comenzar con una dinámica de ensayos donde iríamos trabajando y dando forma a nuestras canciones. Por mi parte, decidí aceptar la invitación. La idea era muy interesante, entre todos, incluidos los escritores, íbamos a crear Tenpora, y lo cierto es que todos teníamos ganas de probar algo distinto. Había pasado años formándome musicalmente por mi cuenta, trabajando la técnica de canto en solitario, experimentando incluso con la música lírica para trabajar más la técnica mientras colaboraba en grabaciones y trabajos puntuales. Tenía ganas de evolucionar y probar la experiencia de grupo. En enero de 2013 quedé varias veces con Zeberio para tantear algunas melodías que él había compuesto, probamos y fijamos los tonos, y acordamos un primer ensayo con el resto de los miembros en la Escuela de Música de Egia para mediados de febrero. Surgió algo especial y decidimos poner una segunda fecha para volver a ensayar. Y hasta hoy.
Salvo usted, el resto de músicos vienen muy maleados de diferentes experiencias y grupos, ¿se sintió la extraña ante tanto dinosaurio?
Mi vida siempre ha estado muy ligada al teatro y la música, pero en los últimos años, se ha centrado especialmente en esta última. En comparación con mis compañeros, he tenido otro tipo de experiencias. Cada uno somos de nuestro padre y de nuestra madre, pero precisamente esa diversidad enriquece mucho nuestra música. Nunca me he sentido como una extraña. Sabía que me enfrentaba a músicos de mucho prestigio y experiencia, y eso mismo me animó a dar el paso y aportar mi conocimiento y experiencia. En mi caso, la curiosidad y ‘el buen oído’ –dicen–, me abrió las puertas a conocer el mundo del canto, el cual ha sido mi principal instrumento y objeto de estudio y de trabajo durante los últimos años junto con mis estudios universitarios. Pero no me olvido del teatro. Quizás a esto se debe mi amplio registro vocal; mi voz es muy camaleónica, y aunque tengo mi propio estilo o sello al cantar, este se adapta muy bien a diferentes registros y estilos musicales. Me encantan el cabaret alemán y Liza Minnelli, además del soul o el jazz.
Itsaso Etxebeste es de Belauntza, un precioso pueblo de no más de 250 habitantes. Ha tocado el bajo con Borja Estankona o el no menos singular Rafa Rueda.
Itsaso Etxebeste: Sí, aunque vivía en un pueblo muy pequeño, solía ir mucho a Tolosa porque estudiaba allí. En Tolosa sí había oportunidades para estudiar música, no tantas como existen ahora, pero las había. Empecé con el acordeón, pero no me gustó. Sin embargo, cuando se empezaron a impartir clases de bajo eléctrico en la misma academia, me apunté. Fue casi por casualidad; pero le cogí el gusto. Lo difícil no es escoger un instrumento; sino continuar tocando, superando los obstáculos que te encuentras por el camino. Y para ello, es necesario tener una conexión con tu instrumento, algo que te una a él y te impida dejarlo. En cuanto a mis trabajos, durante bastantes años toqué en verbenas, y fue toda una escuela para mí. Pero era un trabajo duro y me faltaba el lado de creatividad, por lo que poco a poco, he ido adentrándome en este otro mundo y haciendo la música que realmente me gusta. Durante mis años de universidad, estuve viviendo en Bilbo, pero a Borja y a Rafa los conocí después, cuando volví a casa otra vez. Con Borja empecé a tocar cuando comenzó su trabajo como solista y participé en sus primeros dos discos. Tiene mucho talento. Y a Rafa lo conocí cuando tocaba en Katamalo. Después he tenido la suerte y el placer de participar con él en diferentes proyectos.
Resulta complicado definirles musicalmente, no ya atribuirles una tribu. ¿Cómo se ven? ¿Pop? ¿Pop con luces de club de jazz? ¿Jazz con la melodía del pop o incluso del cabaret?
No nos preocupa si nos movemos más por el pop o si en alguna ocasión abrazamos más al jazz. Queríamos quedar para tocar, experimentar, hacer trabajo de grupo. En definitiva, de disfrutar. No deja de ser nuestro sitio de recreo. Desafortunadamente, los músicos profesionales en ocasiones no disponemos de tiempo suficiente para sentarnos y analizar. Pero a través de Tenpora lo conseguimos, a la vez que trabajamos, claro. El grupo se siente cómodo en la fusión de los contrastes de todo tipo, de ritmo, del modo de cantar, de incluir efectos y acudir a lo clásico en un momento determinado… Se puede decir que buscamos el desorden en el orden, y el orden en el desorden.
¿Tenía temor a que Tenpora tomara caminos jazzísticos?
El jazz no me asusta, es un estilo que siempre me ha gustado cantar. Mi habitación y mi ordenador están llenos de contrastes, colores musicales y discos que suenan día sí y día también. No hay semana en la que no escuche a Blossom Dearie, Billie Holiday, la trompeta de Dizzie Gillespie que me vuelve loca (especialmente el disco ‘Free ride’, año 1977), Miles Davis… y una larga lista de referencias jazzísticas.
«Años después descubrí que me gustaba cantar»
Su aitona le da sus primeras lecciones de solfeo a los seis años, pero a esa edad se quiere jugar.
Desde pequeña me ha llamado la atención la música. Mi aitona, atxona Tomás (Tomás Arnal) es músico, ha sido miembro de la Banda de Música de Tolosa, compositor, profesor de música en la escuela de música de Tolosa. Siempre lo he recordado entre papeles y partituras, también, quizá, porque en los últimos años gestionó el archivo municipal de la banda. Una vez me hizo una prueba con unas partituras, y se dio cuenta de que tenía “muy buen oído”. Así, pues, me creó una carpeta específica con partituras simples con distinta métrica y niveles de dificultad. Y poco a poco, todos los días, después de comer, las cantábamos llevando la métrica con la mano, y en compañía de un pequeño teclado que tenía y que terminó con las teclas desgastadas y rotas de tanto salsear. Años después descubrí que me gustaba cantar y desde que mis padres compraron un ordenador para casa, me dediqué a escuchar música y a cantar.

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