Dabid LAZKANOITURBURU

Erdogan emula a Atatturk

Era cuestión de tiempo. Erdogan, creyó en 2011, al calor de las revueltas árabes, que se convertiría en un sultán neotomano que supervisaría desde su Sublime Puerta de Ankara a toda una serie de países (vilayets) gobernados por el islam político de los Hermanos Musulmanes (HM), desde Túnez a Siria, pasando por Egipto y Libia (Misrata).

Un año antes, en 2010, el sangriento abordaje israelí contra una flota de solidaridad con Gaza (gobernada desde 2006 por los HM palestinos), llevó al AKP turco a congelar relaciones con Israel y a convertirse en el adalid islámico de la causa palestina.

Seis años después, la Turquía de Erdogan no tiene quien le quiera y busca por todos los medios sacudirse su aislamiento.

Sus indignados e infructuosos llamamientos a los EEUU de Obama para que abandonara su alianza militar con los kurdos de Siria –la única fuerza militar y política capaz de enfrentarse al ISIS planteando una alternativa– han terminado por convencer a Erdogan de que algo tenía que hacer. Y, por supuesto, no ha optado por integrar la cuestión kurda en su agenda.

Al contrario, el «defensor de los palestinos» ha vendido a Gaza y a Hamas por un plato de lentejas a cambio de normalizar relaciones con el Israel de Netanyahu. Le han bastado unas disculpas oficiales de Tel Aviv y una indemnización a los familiares de los turcos masacrados en el Mavi Mármara para que Turquía e Israel planeen volver a ser los principales aliados de la región

Pero el giro no acaba ahí. Coincidiendo con el apretón de manos con Israel, Erdogan pedía ayer oficialmente disculpas por el derribo de un caza ruso que participaba en la campaña de bombardeos en Siria en noviembre del año pasado. Más aún, el AKP está lanzando guiños a la reconciliación con el Egipto del mariscal Abdel Fattah al-Sissi, que lideró en 2013 el sangriento golpe de Estado contra los HM egipcios.

¿Estamos ante un ejercicio de realpolitik? En parte. Estamos, sobre todo, ante la constatación de que no es el islam político lo que en el fondo mueve a Erdogan, sino su sueño de emular al «padre de la patria turca», Atatturk. El mismo que cimentó relaciones privilegiadas con Israel, que coqueteó siempre con Rusia (en su día la URSS) y que nunca dudó en amparar a dirigentes árabes, cuanto mas golpistas mejor.