Iñaki TELLERIA
RESACA

Islandia sigue disfrutando e Inglaterra seguirá sufriendo

La selección de Roy Hodgson vuelve con el rabo entre las piernas, una vez más.

Había dudas sobre quién sacaría los colores en esta edición de la Eurocopa a Inglaterra, un combinado que vive de la gloria de haber inventado el fútbol –siempre entre las favoritas aunque no lo merezca– y que lleva décadas jugando rematadamente mal a este, su juego. No solo no resulta atractivo de ver, sino que encima no gana. Se consuela con tener la Liga mejor organizada del mundo, que ingresa ingentes cantidades de dinero por un espectáculo absolutamente pobre.

Los colores se los sacó esta vez Islandia, un país pequeño, minúsculo en el concierto internacional, debutante en una fase final, que con unas gotas de orden y rigor táctico y un mar de ilusión dejó en evidencia a la Inglaterra que capitanea Wayne Rooney, tan mala o peor que la que lideraban anteriormente John Terry o Steven Gerrard.

Rooney, como ha hecho Messi en Argentina, debería decir que no vuelve a jugar con su selección, al menos como capitán. No es mal jugador –es más, si alguien le hubiera centrado en la vida hubiera sido muy bueno–, pero es uno de los más sobrevalorados del mundo y como líder vale menos que Pedro Sánchez.

Al menos, Hodgson lo deja

Tras el partido, no diremos de la infamia porque Inglaterra lleva muchos así en las últimas décadas, el seleccionador, Roy Hodgson, anunció su dimisión al sentirse «muy decepcionado». ¿Con quién? ¿con la suerte? ¿con los jugadores? ¿con el mal juego, que es su primera responsabilidad? No lo aclaró del todo. Añadió que «ha llegado el momento de dejar paso a otro que lleve a esta generación de futbolistas», una generación a la que le sobra más de la mitad de los convocados, desde el portero Hart hasta el propio Rooney.

Especulan en Londres con que el mejor candidato es el exdefensa Gareth Southgate, actual técnico de la sub-21. Con estos mimbres y ese maldito respeto inglés a las tradiciones, a todas, aunque sean equivocadas o trasnochadas, que Dios les pille confesados. No está de más recordar a quienes se atribuyen el invento del fútbol y se califican de guardianes de sus esencias que llevan, no ya sin dar espectáculo, sino sin ganar nada desde 1966, cuando organizaron un Mundial y tuvieron la fortuna de contar en sus filas con el portero Gordon Banks y el mítico Bobby Charlton, el mejor jugador de la historia de Inglaterra. Desde entonces, el desierto.