Pablo CABEZA
BILBO

A falta del anochecer, BBK Live despidió la luz con una buena dosis de rock

La escena local, sin ánimo de buscarnos el ombligo, salió, de nuevo, muy bien parada de la perezosa y necesaria jornada de tarde. Ayer, con el sol lanzado en picado, y una suave de brisa del Cantábrico refrescando Kobetamendi, Correos, Dekot y Yellow Big Machine ofrecieron tres conciertos espléndidos entre el pop-rock, el pop sinte-punk y el rock.

La neblina ha sido parte de las dos primeras citas del Bilbao BBK Live, pero ayer las previsiones se cumplieron y el sol sonreía a los miles de aficionados desplazados desde todos los rincones del planeta, diagonales que confluyen en el mayestático botxo.

Los más inquietos, que no dejan de ser 300 valientes espartanos, donde nunca falta Iokin Elortza, componente de Seiurte, qué merito, o Iñaki Imaz y Aiora Renteria, Zea Mays, que incluso ha subido con dos muletas por lesión de pie, se acercaron en primer lugar a escuchar a los donostiarras Correos. El trío se tomó en serio la estética y allí se plantaron con sus impecables chaquetas blancas, un detalle efímero ante el admirable pop-rock que proponen. Les perdimos la pista en directo hace años, pero dejaron claro que los años los han aprovechado y que es una banda impecable mezclando pop y rock, con guiños a El Columpio Asesino tanto en textos existenciales como en música. Pero Correos son Correos, y con sello propio.

Tras Correos Dekot, mucho escenario para el cuarteto de Mungia, el principal, pero el cuarteto de Mungia se está forjando carácter a una velocidad imprevisible, aunque no inmerecida. Ganaron Gaztea, se han clasificado para el Villa de Bilbao y en Kobetas demostraron que hay repertorio, pasión y muchas ganas. Un millar de ajenos secundaron sus resinosos ritmos y a pesar de que el sol machacaba a eso de las 18.00 horas, de allí no se fue nadie.

Cabalgar de escenario en escenario y percibir las sensaciones de uno y otro lado le crea a uno complejo de rana, además de un estrés indeseable, pero nos va.

Corriendo vimos un poco de Soleá Morente, la chica brillante; pero la cita la teníamos unos cientos de metros al otro lado para ver a los bilbainos Yelow Big Machine. Sus seguidores llevaron globos amarillos, o casi, y pancartas, esas sí, con el color preferido por el cuarteto, el amarillo. Con citas musicales a Fugazi y Dinosaur Jr., los noventa, pero con la suficiente personalidad para sonar ya a YBM, la banda ofreció un concierto de rock sólido como el plomo y ágil como unas alas. Presentaron “Always with you”, su segundo disco recién salido. Cristina Lizarraga, de Belako, salió a cantar uno de los cortes en los que colabora. Grandes y sin complejos.

Courtney Barnett nació en el norte de Sidney. Toca la guitarra, canta y es zurda. No propone nada especial: va al corazón y al cuerpo con su ruda voz y sucia distorsión rockera. Tuvo su punto, pero nos llamó más la atención la argentina Soledad Vélez, muy personal, brillante, mágica.

¡Hey! ¡Debe haber un demonio entre nosotros!

Por segunda jornada consecutiva el recinto de Kobetas reunió a algo más de 30.000 personas, siendo este un aforo perfectamente asumible por el emplazamiento bilbaino. Pixies, Belako y Grimes fueron los protagonistas, por diferentes razones, de la segunda jornada del BBK Live 2016.

Ocean Colour Scene inauguraron la tarde noche con un repaso íntegro a su mejor obra: “Moseley Shoals”, de 1996. El concierto fue entrañable y mostró a una banda bastante más en forma y compacta que la del año pasado en el Azkena Rock Festival. Su pop rock guitarrero con influjo beatleniano se fundió a la perfección con los primeros minutos del ocaso.

Tras muchos años de asistir a eventos de Last Tour International sigue resultando incomprensible que nuestras bandas sigan saliendo malparadas en sus carteles. Ver a Belako fuera de uno de los dos primeros escenarios del BBK Live siendo una de las bandas del momento que, además, encaja con la estética del festival, resulta una decisión dudosa y un tanto incomprensible. Belako reventaron el tercer escenario, tanto por asistencia como por propuesta escénica. La versión del “Sinnerman” de Nina Simone fue un auténtico momentazo, sirviendo de demostración de madurez, inteligencia y habilidad por parte de la joven formación mungiarra. Una de las triunfadores.

Otro de los momentos del festival vino con la caótica majarada de Grimes. Música disparada, a ratos playback descarado, bailarinas sin coreografía, mensaje feminista combativo y look sacado de Matrix. Arrojo, valentía, descaro y desvergüenza a raudales para una propuesta insulsa y sin recorrido.

Y por fin, Pixies. Una banda extraña que dijo adiós cuando coetáneos y compañeros de escena como REM comenzaron a reventar las listas de éxitos. Una banda con cuatro discos repletos de singles y más singles de éxito potencial que ha permanecido incrustada bajo el mainstream, semicondenada al ostracismo. En Kobetas ofrecieron uno de los mejores conciertos del festival. Desde la sobriedad, Frank Black se desgañitó a lo largo de todo el repertorio como si estuviese en 1990. Joey Santiago demostró ser uno de los guitarristas con un lenguaje abrasivo más importantes de la historia. Y el repertorio supo a gloria. Desde la inicial y anárquica “Bone Machine” al explosivo final con “Planet of Sound”, pasando por momentos mágicos como “Debaser”, “Velouria”, “Gouge Away”, “U Mass”, “Where is my Mind” o “Hey” (Debe haber un diablo entre nosotros…). Pixies, una de las bandas de nuestra vida.Izkander FERNÁNDEZ