Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Mi amigo el gigante»

El cine que quiere hacer que los menores sigan soñando

Entiendo que los que hacen las películas quieran que la audiencia, en este caso la infantil, viva su trabajo como una experiencia única y especial. Eso es muy loable, pero siento que no es verdad, porque ellos son los primeros que se toman su profesión como un desempeño de oficina. El señor Spielberg está metido ahora mismo en varios proyectos a la vez, los más comentados son una nueva versión del musical “West Side Story” y la obra de ciencia-ficción “Ready Player One”. Es el ritmo de exigencia que marca la industria del audiovisual, y también el público menor de hoy en día se ve igualmente bombardeado por un sinfín de propuestas, así que lo más normal es que quienes vayan a ver “Mi amigo el gigante” no tarden en olvidarse de dicho título, sin que su visionado les marque de por vida.

La introducción viene a cuento de que en el nuevo largometraje de Spielberg hay momentos en que parece recuperar la magia que tuvieron sus creaciones en los años 80, pero el que fuera Rey Midas de Hollywood se ve incapaz de retener un talento que tuvo su tiempo ideal de desarrollo entoncés, y solo entoncés. Para él es imposible, dentro de las actuales circunstancia, hacer un nuevo “E.T.” (1982), que los espectadores y espectadoras sean capaces de retener en su memoria, mucho más si vieron la película del buen extraterrestre por primera vez en su niñez. El buen gigante del cuento del galés Roald Dahl debería provocar una reacción similar, que me temo no llega a producirse, salvo en el inicio, cuando la cámara de Janusz Kaminski se mueve a sus anchas entre las sombras de ese tipo de ambientación “british” que tanto le gusta a Spielberg.

Luego, los sueños literarios se vuelven demasiado digitales en cuanto pisa la tierra de los gigantes, sin encaje posible con la entrañable química que se da entre la pequeña Ruby Barnhill y el gran Mark Rylance, cuando ella le corrige su mal léxico.