Beñat ZALDUA
FUNDACIÓN DEL PARTIT DEMòCRATA CATALà

El «Quién es quién» de la política catalana

No es fácil acertar con el nombre de un partido cuando en los últimos tres años se han multiplicado las formaciones políticas en Catalunya. Una de las primeras propuestas, Més Catalunya, provocó las protestas de Moviment d'Esquerres (MES), y la elección final, Partit Demòcrata Català, tiene ya en pie de guerra a Demòcrates de Catalunya. Más allá de lo maravilloso que resulta ver por una vez a la derecha enfrascada en estériles discusiones dignas de la memorable escena de “La vida de Brian”, la anécdota sirve para reflejar la impresionante transformación del mapa político catalán. Se ha dicho una y mil veces y los acontecimientos no han hecho sino reafirmarlo: acabe como acabe el proceso soberanista, Catalunya nunca volverá a ser la que era. Tanto es así que, ahora mismo, la CUP y Ciutadans, partidos nacidos en el siglo XXI, se pueden contar ya entre los veteranos, solo por detrás de ERC y las delegaciones del bipartidismo español.

Por ser el partido que ha dominado la vida política catalana durante las últimas cuatro décadas, la muerte inducida de CDC y el nacimiento de una (siempre entre comillas) «nueva» formación catalanista de centroderecha merece mención aparte. Tratar de surfear la ola independentista permitió a Convergència sobrevivir al abismo, pero no le ha servido para zafarse de la sombra del pujolismo y de su pesadísima mochila corrupta (convenientemente abierta por el Estado para condicionar el proceso soberanista). Solo el tiempo dirá si el votante tradicional convergente da credibilidad a los cambios.

Pero la transformación del mapa político catalán va mucho más allá de CDC. Basta un vistazo al Parlament: Ciutadans, partido nacido en 2006, es la primera fuerza de la oposición, mientras que la CUP, creada en su formulación actual en 2000 (y en el Parlament desde 2012), tiene la llave de una delicada gobernabilidad. De hecho, las turbulencias en el seno de la formación independentista son también parte del menú habitual en la actualidad catalana. Paralelamente, desaparecida la federación CiU, Unió está condenada a la irrelevancia, mientras que su escisión independentista, Demòcrates de Catalunya, forma parte de Junts pel Sí. En la coalición dominada por CDC (ahora PDC) y ERC convive también Moviment d'Esquerres (MES), escisión soberanista del PSC. Los socialistas, por su parte, sobreviven en el tablero político, pero a años luz de la posición de alternativa de gobierno que tuvieron hasta 2012.

Suma y sigue. Al otro lado del espectro político, tampoco hay rastro de ICV-EUiA, mientras que la delegación de Podemos en Catalunya se halla inmersa en una cruenta batalla interna, con cuatro candidaturas incapaces de consensuar una dirección. Pese a no estar presente en el Parlament, el entorno de Ada Colau, bautizado normalmente como “los comunes”, está en una posición privilegiada para encabezar la reestructuración de la izquierda no independentista pero favorable al derecho a decidir. Más todavía teniendo en cuenta las dos victorias electorales conseguidas el 20D y el 26J. Este proceso, sin un final todavía claro, llegará pasado el verano, tras lo cual se podrá empezar a calcular, ni que sea incidiariamente, la verdadera correlación de fuerzas dentro del nuevo mapa político catalán. Unos equilibrios que, a día de hoy, tras unas elecciones catalanas (las del 27S) cualquier cosa menos ordinarias, con los comunes fuera del Parlament y con un Junts pel Sí que disimula el ascenso de ERC y el descenso de la antigua CDC, resulta imposible anticipar. De hecho, a finales de este año, el mapa político real de Catalunya poco tendrá que ver, seguramente, con el reflejado en el Parlament.