Aritz INTXUSTA

EL MACHISMO ENSOMBRECE UNAS FIESTAS COLOSALES

La violencia sexista –y sobre todo el cambio de paradigma en la lucha contra ella– han marcado las mejores fiestas en años. El pueblo ha recobrado el protagonismo rompiendo el absolutismo sanferminero de UPN del «todo para el pueblo pero sin el pueblo».

Tras el galope de los seis miuras comenzó el desmontaje del vallado del encierro. Es un proceso automático que arranca en cuanto resuena el cohete avisando de que los toros han terminado el recorrido y es el primer síntoma de que los sanfermines se están terminado. Los gaupaseros que hoy correrán en el Encierro de la Villavesa no necesitan de postes de madera ni tablones, porque los cuernos de la bici de Indurain resultan inofensivos.

Los sanfermines de este año no solo se recordarán por el horror de las agresiones, sino por muchas cosas buenas, empezando porque la ciudad se puso en pie para plantar cara a las agresiones sexistas. Todas las personas que participaron en las impresionantes movilizaciones de los días 7 y 11 sienten y saben que formaron parte de algo trascendente. Y la lucha no quedó en una imagen para la galería, sino que han sido miles los que han querido señalar su posición contra la violencia patriarcal durante todas las fiestas con pañuelos, camisetas, etc. También en sus balcones. Tal y como proclamaron Gora Iruñea y la Plataforma de Mujeres contra la Violencia Sexista en la plaza del Ayuntamiento el día de San Fermín ante miles de personas levantando las manos: «La complicidad con los agresores y la pasividad ante cualquier tipo de agresión ya no valen».

Además del movimiento feminista, el gran hito en estas fiestas lo ha marcado Herri Sanferminak. Su titánico auzolan ha permitido que hubiera txosnas en tres plazas de Alde Zaharra y demostrar con su ejemplo que los sanfermines pueden ser más participativos, euskaldunes, populares y paritarios. Las «barracas» han vuelto distintas, más maduras, aportando música, espectáculos, talleres para niños y, en definitiva, creando desde abajo y para abajo.

La sensación que dejan las fiestas es de que el Ayuntamiento ha sabido dar un paso al lado para que así emerjan los colectivos de la ciudad a montar su propia fiesta. Esos sanfermines de corte artificial y enlatados, donde todo funcionaba a golpe de talonario, buscando publicidad de marcas de ron y cerveza, han ido cediendo en favor de unas fiestas montadas por la gente, en las que no existe la censura y donde hasta los titiriteros perseguidos en Madrid pueden interpretar sus obras sin miedo a represalias. Ese punto final a la censura también se ha notado en los conciertos de la Plaza de Los Fueros, donde se ha recuperado la gestión directa y se ha podido disfrutar de Fermín Muguruza y Asian Dub Foundation.

Un ejemplo palmario de cómo han cambiado las fiestas ha sido el Kantuz. Por décimo año, la Fundación Orreaga congregó a más de 700 cantores en Alde Zaharra entre iruindarras y grupos venidos de todos los herrialdes de Euskal Herria. Y, por primera vez, el Ayuntamiento agradece la visita. El alcalde salió a recibirles a la puerta del consistorio y los cantores respondieron con el ‘‘Agur jauna’’. Porque la cultura vasca he dejado de estar relegada en fiestas a los concursos de herri kirolak de la mañana en la Plaza de los Fueros. Del bertsobalkoia que montaba La Única, se ha pasado al escenario del Paseo Sarasate, donde antes había monocultivo de jotas.

La ilusión se contagió hasta el homenaje a Germán Rodríguez, que es un acto de rabia contenida. Sanfermines del 78 Gogoan! reclamó más testimonios para una Querella Argentina en la que Iruñea es pionera y que, con suerte, puede abrir la vía al fin de la impunidad franquista y quién sabe si también a la que pesa sobre Rodríguez.

Estas han sido las primeras fiestas en las que la gente ha decidido quién tira el txupinazo, y ese espíritu participativo se ha trasladado a la calle. Buen ejemplo de ello es lo ocurrido cuando los jueces intentaron, una vez más, quitar la ikurriña. La consecuencia fue una plaza que acabó devolviendo al Estatado taza y media de feminismo, ikurriñas, banderas independentistas navarras y pidiendo el regreso de los presos.

En definitiva, nadie puede decir que estas fiestas han sido suyas. Cada uno ha colaborado en lo que ha podido y ha habido actuaciones y compromisos, sin duda, sobresalientes, pero al final han sido unas fiestas de la ciudad, que es de lo que se trataba.