Carlos GIL
Analista cultural

Crisálidas

La vida, el arte, la cultura está en un perpetuo estado de crisálida. Encerrados en el capullo, la salida no significa madurez sino enfrentamiento con el ordenamiento vigente. La seguridad cotiza  más que la libertad. En lo metafísico, lo pragmático, la economía o la poética ambulante. Física o emocional, una seguridad que afianza modelos que se enquistan y acaban siendo estatuas totalizadoras, inamovibles, perennes. La libertad, el libre albedrío, la búsqueda de nuevas experiencias se compadece mal con unas vacaciones al pie de una sombrilla, salpicado por las virutas de una barbacoa o en las colas de las puertas de embarque.

Crisálidas suspendidas en los intersticios de las arboledas perdidas. Fiestas, festivales, acontecimiento veraniegos que renuncian a la comunicación cultural para hacer una apología del consumo de productos culturales seriados, la perpetuación de los cánones y gustos de las clases predominantes y con capacidad de influencia para que se repitan siempre los mismos conciertos, los mismos programas de danza, las mismas figuras, un repertorio lírico, teatral o musical que parece no querer llegar a mayores, a otros estadios de más incertidumbre, a la búsqueda de zonas menos confortables pero con más posibilidades de pertenecer a un nuevo amanecer cultural, social, político del mañana. La duda es si existe esa renovación, ese mañana o todo es de manera abstrusa un hoy que fue ayer.