Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Black Angel»

El erotómano que quiso ser como Luchino Visconti

Se ha estrenado con catorce años de retraso una de las últimas realizaciones de Tinto Brass, en la actualidad ya octogenario y retirado, a pesar de que tenía pendiente su proyecto de rodar la primera película porno en 3D para ser exhibida en cines. “Black Angel” (2002) evidencia que el estilo del viejo Tintoretto ya se había quedado muy desfasado para el cambio de milenio, anclado en el erotismo de los años 70, y más concretamente en el de su éxito de entonces “Salon Kitty” (1976), repitiendo la estética de los uniformes nazis como potenciadora de fantasías sexuales y alguna que otra perversión.

Todo esto, visto hoy, resulta bastante ingenuo. Y tampoco hay ningún problema en recordar a Brass como al último practicante de un género que cayó en desuso, pero lo que no cuela es lo de pretender hacernos creer en la existencia de un “porno blando” de autor del cual sería su máximo artífice. Pues no, porque tal perspectiva perjudica al conjunto de su obra, al otorgarle unas pretensiones creativas fuera de lugar. Si tituló originalmente a esta película “Senso ‘45”, se debe a que está basada en la misma novela de Camillo Boito que Luchino Visconti ya adaptó en “Senso” (1954). Lo que hace es cambiar el contexto histórico decimonónico con la dama aristócrata que se enamora de un oficial austriaco, para trasladar la acción a 1945 con la mujer de un comendatore fascista que se encapricha de un militar nazi. Y para dicho papel busca a un actor que recuerda la sexualidad equívoca de Helmut Berger.

No acaban ahí las ínfulas del cine de arte y ensayo, extensibles a la recreación de unas decadentes orgías en una ambiente de corrupción política que trata de emular al reproducido por Pasolini en “Saló o los 120 días de Sodoma” (1975). Claro que la inconfundible mirada voyeurista es la de Brass, siempre buscando ángulos de cámara retorcidos para captar el reflejo de los desnudos en los espejos.