Despedida con lágrimas de oro
Última posta olímpica de Michael Phelps para prorrogar el histórico dominio estadounidense en los relevos 4x100 estilos masculino.

Colgándose una nueva medalla de oro, la 23, de un total de 28 preseas en total. No podía ser de otra manera lo que parece va a ser la despedida definitiva de Michael Phelps de la competición olímpica tras participar hasta en cinco Juegos. Lágrimas áureas las del nadador de Baltimore en su adiós al más alto nivel cuando saludó emocionado desde el borde de la piscina y aseguró que «esto es todo. Miro mi carrera y veo que he logrado todo lo que he querido. Ha sido un desafío volver a este punto».
Dos horas antes, su posta de mariposa –50.33– en el 4x100 estilo libre había resultado decisiva para que Estados Unidos encadenase su noveno título consecutivo, pues siempre que ha participado ha ganado esta prueba desde que se instaurase en 1960. Solo en Moscú no lo hizo, debido al boicot del país norteamericano.
Claro que no fue Phelps el único que nadó rápido por el bando yanqui. Ryan Murphy, campeón de los 100 y 200 espalda, estableció un nuevo récord mundial en la primera posta del relevo al parar el reloj en 51.85. Nueve centésimas menos que su compatriota Aaron Peirsol en 2009. Todo hizo falta, pues la ventaja de 1.05 que logró Murphy en ese inicial largo se vio evaporada por el empuje en el turno de la braza del británico y campeón olímpico Adam Peaty, que puso al Reino Unido por delante con una diferencia de 61 centésimas.
Ahí apareció Phelps para poner las cosas en su sitio, devolviendo la ventaja a los norteamericanos hasta las 41 centé- simas, diferencia que se aumentó a más de un segundo con la actuación final de Nathan Adrian, bronce en los 50 y 100 libre. Semejante conjunción no podía traer otro resultado que la firma de un tiempazo –3:27.95–, nuevo récord olímpico de la prueba. Completó el podio Australia, tras un excepcional relevo de Kyle Chalmers, el campeón olímpico del héctometro.
También lo tuvo que sudar Estados Unidos en el apartado femenino de la misma modalidad para revalidad el título que ya consiguiese en Londres. Mediada la prueba, las norteamericanas nadaban por detrás de Rusia, que se hundió en la segunda parte de la carrera. Ni Kathleen Baker, medallista de plata en los 100 espalda, ni Lilly King, campeona en el hectómetro braza, consiguieron imponer su ley.
Tuvo que aparecer la veterana Dana Vollmer, oro en los 100 mariposa de hace cuatro años, para transformar la desventaja estadounidense de 23 centésimas en una diferencia favorable de 1.10 segundos, gracias a que nadó su posta en 56 segundos. Simone Manuel, campeona de los 100 libres en estos Juegos, selló definitivamente la victoria, histórica, si tenemos en cuenta que fue la medalla de oro mil norteamericana en la historia de los Juegos Olímpicos. Australia se colgó la plata y Dinamarca se hizo con el bronce, gracias a un magnífico relevo de Pernille Blume, gran protagonista apenas una hora antes en el Olímpico Acuático.
Blume confirma su gran forma
La nadadora danesa consumó hasta cierto punto la sorpresa, ya que había sido la más rápida en las series clasificatorias y semifinales. La nueva reina del sprint corto se impuso con un tiempo de 24.07, dos centésimas menos que Simone Manuel, quien no pudo repetir el triunfo que ya había cosechado en el hectómetro.
A sus 22 años, Blume conquistó su primer título a escala mundial, lo que provocó el no poder reprimir una irrefrenable emoción cuando vio su nombre en primer lugar del casillero, llevándose las dos manos a la boca y brotando las lágrimas de sus ojos. En tercera posición y bajando un lugar en el cajón respecto a Londres arribó la veterana bielorrusa Aliaksandra Herasimenia, quien adelantó en la última brazada a la británica Francesca Halsall. Aunque se trata de una prueba de difícil pronóstico por sus características, es cierto que se esperaba más de las hermanas Campbell, que se quedaron fuera de la lucha por las medallas.
Paltrinieri, rey del fondo
Gregorio Paltrinieri se consagró como el mejor fondista del momento al colgarse el oro en la final de los 1.500 libre. El nadador italiano, sin rivales que hacerle sombra, ya se puso en cabeza al paso del primer hectómetro, en pos del récord mundial del chino Yang Sun –14:31.02–, marca que finalmente no consiguió batir. Sin embargo, el campeón mundial y europeo de la distancia dejó patente su absoluta superioridad, hasta el punto de abrir una brecha de casi cinco segundos –4.91– respecto al segundo clasificado, el estadounidense Connor Jaeger.
La prueba adoptó un claro tono transalpino, pues Gabriele Detti se hizo con el bronce, merced a un explosivo final en el que superó al norteamericano Jordan Wilimovsky, campeón de los 10 kilómetros en aguas abiertas en los pasados Mundiales de Kazán.
El Tiburón deja paso a la joven reina
Jesse Owens, Fanny Blankers-Koen, Emil Zatopek, Larissa Latynina, Nikolay Andrianov, Nadia Comaneci, Carl Lewis, Usain Bolt..., todos ellos mitos olímpicos que han quedado registrados en la memoria histórica de los Juegos. Sus números, aún siendo magníficos, están a años luz del palmarés de Michael Phelps, un dato que habla de la magnitud de la figura del nadador de Baltimore. «No volverá a aparecer un Michael Phelps ni en diez generaciones», aseguró categórico su entrenador, Bob Bowman.
Bien es verdad que la natación, por sus características, es una modalidad proclive a generar estrellas que concentran importantes cifras de medallas –ahí están los precedentes de Johnny Weissmüller, Mark Spitz o Matt Biondi–, pero la longevidad –cinco participaciones olímpicas– y rendimiento –28 medallas, de ellas 23 oros– del deportista estadounidense le hacen ser una rara avis de casi imposible repetición.
Por ello, su despedida formal –esta vez sí que parece que va en serio–, solo puede ser considerada como un hito histórico, que trasciende al deporte. Además, el adiós en este momento no hace sino agrandar su estela de campeón, al haberlo formalizado a lo grande, después de atesorar otro buen cúmulo de medallas.
El hueco dejado por el Tiburón será cubierto por jóvenes nadadores que ya vienen pegando fuerte a la puerta. A ella ha llamado con ímpetu en estos Juegos Olímpicos su compatriota Katie Ledecky, confirmada como la reina de la especialidad, tras acumular cuatro oros y una plata, y confirmar el brillante futuro que le aguardaba al conquistar la medalla áurea con 15 años en los 800 libre de Londres.
Triunfos que no han modificado un ápice su sencillez ni sus planes de vida. Tras retrasar un año sus estudios universitarios a consecuencia de la cita olímpica, ingresará ahora en Stanford y descarta pasar al profesionalismo. «Tengo 19 años y soy feliz con lo que hago en la natación y en la vida. Me divierto siendo amateur y representándome a mí, a mi entrenador, a mi familia y a mi equipo». Ideas muy claras que no hacen sino reforzar la personalidad de la nadadora de Washington, quien en Tokyo tendrá una nueva oportunidad de poner otro capítulo más a su posible leyenda. N.M.

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