Raimundo Fitero
DE REOJO

Burkini

El burkini es un invento de moda para que las mujeres musulmanas más ortodoxas se puedan bañar en las playas y piscinas públicas. Tapa todo el cuerpo y la cabeza, lo que en ciertos momentos y horas del día de este caluroso agosto es hasta recomendable. Pero en algunas alcaldías de Francia se ha decidido perseguir a quienes lo usan, con una suerte de prohibición no reglamentada, con multas, lo que sin entrar en muchas profundidades parece un abuso de autoridad, una barbaridad, una coacción a la libertad de vestirse como a cada cual le dé la gana.

Los prejuicios islamófobos convierten una prenda que podemos considerar fuera de nuestros conceptos estéticos, incluso con reparos fundados sobre su salubridad y posiblemente poco higiénico en un acto represivo, estigmatizan de manera simplista este extraño bañador que no se diferencia demasiado con lo que vemos en las fotos de principios del siglo pasado en la Concha donostiarra sin ir más lejos. ¿Cómo puede decirse que una mujer con burkini representa una agresión y que provoca terror en los demás bañistas? ¿Desde qué lugar ideológico se hacen esas declaraciones descerebradas? No tengo opinión formada sobre el uso del burkini, ni sé si las mujeres la usan por convicción o por imposición. Puede que en alguna ocasión pueda considerarse hasta una provocación, pero la respuesta de reprimir su uso, de buscar una manera de legislar para prohibir su utilización me parece que exacerba cualquier postura, que no contribuye a nada bueno. Se puede entender que en Francia estén paranoicos con todo lo que tenga que ver con los musulmanes extremistas, con las acciones que han provocado demasiadas muertes de civiles inocentes, pero ir contra su propia esencia republicana de libertades es una sumisión imposible de reconstruir.