Mikel CHAMIZO
MÚSICA CLÁSICA

Por fin una gran novedad

Por fin escuchamos en esta Quincena a un conjunto que no conocíamos en la ciudad. Es buena idea contar año tras año con un pequeño grupo de orquestas fieles, sobre todo cuando son tan notables como la del Festival de Budapest o la de la Radio de Frankfurt. Pero un festival debería fomentar también lo novedoso, lo nunca visto, y el Balthasar-Neumann Coro y Orquesta fue una sorpresa mayúscula para muchos aficionados donostiarras.

Dentro del movimiento de la interpretación históricamente informada, y en segundo plano tras otros artistas más vistosos, Thomas Hengelbrock es un director adorado por un pequeño grupo que lo considera el verdadero continuador de Harnoncourt. Hengelbrock acomete cada obra solo después de someterla a una profunda investigación histórica que justifica qué versión de los instrumentos debe usarse –no suena igual un oboe moderno que uno de 1806– y con qué criterios estilísticos. Lo más sorprendente es que de este acercamiento casi filológico, con Hengelbrock, manan versiones de una originalidad y personalidad sin precedentes. La “Sinfonía Pastoral” de Beethoven que escuchamos el miércoles fue como redescubrirla por completo: por su sonido casi camerístico pero sin perder contundencia sinfónica, su tremenda libertad en fraseos, dinámicas y agógicas, su frescura tímbrica y vitalidad rítmica. Y todo de una solidez admirable, porque esa subjetividad estaba fundamentada en un conocimiento profundo que sabía comunicarla con plena coherencia. La “Misa” de Haydn fue algo más tradicional, pero el coro cantó de forma tan extraordinaria que anuló cualquier otro razonamiento.