Victor ESQUIROL
TEMPLOS CINÉFILOS

La realidad,ese monstruo salvaje

Llegados al ecuador de la 73ª edición del Festival de Venecia, toca volver a pensar en la realidad; en cómo esta amenaza con hacer estallar la burbuja en la que vivimos estos días. Y es que una vez pasado el primer fin de semana de setiembre, comprobamos cómo la vida nocturna veneciana se apaga, cómo la asistencia a las salas se reduce y cómo las películas proyectadas se empapan del fatalismo generalizado. Se ha levantado el siroco, y la muerte llama de nuevo a la ciudad de los canales.

Esta misma devastación impregna el nuevo trabajo de Andrew Dominik, quien para la ocasión comparte protagonismo con Nick Cave.”One More Time With Feeling” es un documental, y como tal, pertenece al terreno de la no-ficción, o para no liarnos, al de la triste realidad. En ella, el hijo de 15 años del citado músico, fallece tras precipitarse por un acantilado. La caída en el abismo nos lleva ahí mismo: a la oscuridad. ¿Y cómo se sale? De hecho, ¿es posible salir? Las respuestas van surgiendo a lo largo de casi dos horas en las que, siguiendo el ejemplo de “20.000 días en la Tierra”, el estudio de rodaje se convierte en consulta.

Cave decide abrirse en canal, y la pantalla salpica. Por el magistral uso del 3D, pero sobre todo por la comprensión de Dominik del material con el que trabaja. Excelentemente filmado y aún mejor interpretado, el documental nos envuelve literalmente con la música de este virtuoso artista australiano, y con ella, vemos por fin la luz. No hay creación sin bloqueo, tampoco felicidad sin dolor. Y así, el réquiem se convierte en apabullante canto a la vida. Brutal.

Desgraciadamente, la Competición por el León de Oro se encarga de devolvernos a la cruda realidad. Lo mismo les sucede a los protagonistas de “Piuma”, una pareja de adolescentes que recibe la inoportuna noticia de la llegada inminente de un bebé. Cualquier coincidencia con “Juno” está buscada... pero desde luego no encontrada. Lo nuevo de Roan Johnson intenta adaptar la dramedy indie americana a los estándares italianos. La combinación es incluso más indigesta de lo que cabía esperar. Del primer al último gag, el conjunto se ve incapaz de salir de la cursilería, estupidez e irritabilidad de la comedia más lamentable. Así. No es una pesadilla, es la espantosa realidad.

Afortunadamente, levantamos el vuelo con “La región salvaje”, aunque para ello tenemos que dejarnos poseer por el más terrorífico de los sueños. Lo nuevo de Amat Escalante conjuga el drama romántico con un fantastique tan enigmáticamente atractivo como potencialmente letal.

El cóctel está algo descompensado, pero nos recuerda siempre el valor único de una de las mejores voces con las que ahora mismo cuenta el cine mexicano. En esta ocasión, el director tira de magia –negra– en la puesta en escena, para que a lo largo del viaje propuesto (esto es, una enfermiza evasión de la represora realidad) nunca decaiga ese interés morboso que tan bien define a la bestia que llevamos dentro. Que tan bien nos define a nosotros, vaya.