Ruben NIETO
BILBO

Guggenheim presenta la obra de Francis Bacon y sus maestros

Bajo el título «Francis Bacon: de Picasso a Velázquez», la pinacoteca bilbaina presenta una de las exposiciones más anheladas para sus rectores. Medio centenar de obras del artista británico, algunas inéditas en el Estado español hasta la fecha, junto a otras 25 obras de maestros clásicos franceses y españoles que tuvieron trascendencia sobre su carrera componen la muestra, que ha sido comisariada por el historiador Martin Harrison.

Hasta el próximo 8 de enero, las salas del museo Guggenheim acogen una retrospectiva dedicada a Francis Bacon, uno de los artistas fundamentales del siglo XX. La muestra es fruto de muchos años de gestiones y paciente espera para reunir todos los cuadros expuestos. Juan Ignacio Vidarte, director del museo, así lo reveló en la presentación de la exposición, subrayando que esta propuesta había sido una asignatura pendiente y objeto de deseo desde prácticamente el nacimiento del Guggenheim, hace casi 20 años. Vidarte se mostró satisfecho de contar con esta colección ahora, cuando se conmemora el 25 aniversario de la muerte del pintor.

El historiador Martin Harrison, que ejerce de comisario de la exposición, es el editor del catálogo razonado del artista, recientemente publicado. Autor de otras publicaciones en torno al arte de los siglos XIX y XX, especialmente de fotografía, ha comisariado exposiciones en instituciones de renombre en Gran Bretaña e Italia. Su primer ensayo sobre Bacon fue publicado en 1999, y es el autor de “In camera: Francis Bacon-Photography, film and the practice of painting”, y, junto a Rebeca Daniels, “Francis Bacon: Incunabula”. En 2009 editó “Francis Bacon-New Studies: Centenary Essays”, colección de ensayos originales para celebrar el centenario del nacimiento del artista.

La exposición es un pormenorizado recorrido por su obra y refleja la influencia de los maestros clásicos de la cultura francesa y española. Ferviente francófilo y ávido consumidor de literatura y arte francés, vivió y visitó en numerosas ocasiones este país y el principado de Mónaco. En 1927 tuvo un encuentro revelador con la obra de Picasso, al visitar la exposición “Cent dessins par Picasso” en la galería Paul Rosenberg de París, que le llevó a la decisión de iniciar su carrera como pintor. Bacon siempre consideró su retrospectiva de 1971 en el museo Gran Palais de París como la cúspide de su carrera.

En cuanto a la influencia de los artistas españoles, tuvo su máximo exponente con su obsesión por el retrato que Velázquez pintó en 1650 del Papa Inocencio X, en torno al cual llegó a realizar más de cincuenta obras. Además de Velázquez, también le fascinaron otros clásicos de la pintura española como Zurbarán, El Greco o Goya.

Guggenheim exhibe sus obras desde sus inicios en 1929 (muestra el único de los cuadros que sobrevive de los dos que pintó ese año, un “Gouache”, ya que Bacon destruyó muchas de sus obras en las primeras décadas de su carrera), hasta los últimos que creó antes de su fallecimiento en Madrid en 1992.

La figura humana es el núcleo de la mayoría de sus composiciones, en las que refleja una visión existencialista y descarnada del individuo. Bacon retrata de manera sumamente expresiva, con gran autenticidad, lo que supone estar vivo, en toda su dimensión y con todas sus consecuencias. Persigue atrapar el misterio de la vida y reducir la realidad a su esencia, sintetizarla en forma de manera pictórica. Crea un universo de imágenes nuevo concebido a partir de la literatura, el cine, el arte y su propia vida, a través de un lenguaje absolutamente singular, reflejando con gran crudeza la vulnerabilidad humana. En los desnudos predominan los personajes aislados y en posturas cotidianas que el pintor transforma retorciendo sus cuerpos de una forma casi animal, reinventando así el retrato.

En la muestra se puede apreciar la evolución de la pintura de Bacon, desde las tonalidades oscuras y casi monocromáticas hasta el colorido de sus obras de los años 70 en adelante. Transgresor con su vida y con su obra, Bacon transitó algunas fronteras hasta entonces difíciles de vulnerar, situando al ser humano ante el espejo en el que pudiera contemplarse de forma cruda y violenta.