Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Luz de soledad»

Vida de la santa fundadora de las Siervas de María

Dentro del repunte que está viviendo el cine religioso auspiciado por grupos de presión cristianos, Pablo Moreno se ha erigido en defensor a ultranza del catolicismo tradicional. Consagrado en cuerpo y alma al cine histórico-doctrinal, dedicó sus dos primeros largometrajes al martirologio católico en la guerra del 36. A pesar de que “Un dios prohibido” (2013) y “Poveda” (2015) estaban hechos con escasos medios, consiguieron encontrar sus propios canales de distribución devocionarios. Es de suponer que “Luz de soledad” también tendrá ese mismo seguimiento de tipo, llamémosle, confesional o practicante.

Pero nos encontramos ante una película diferente, considerando que el trabajo previo de tan creyente autor era más de exaltamiento sacro y patriótico. En “Luz de soledad” se muestra más piadoso, quedando el contexto político de fondo, por aquello de que la santidad exige un sacrificio frente a los peligros materialistas de este mundo y a los poderes que se revelan hostiles a la implantación de la Iglesia. Santa Soledad también tuvo que pasar lo suyo, pero su afán de servicio al prójimo pudo más que las persecución por razón de credo. Moreno trata de solventar los problemas inherentes al cine de época, aprovechando la proverbial austeridad de la protagonista, acostumbrada a moverse entre la pobreza que reinaba en el Madrid de la segunda mitad del siglo XIX, y más en concreto en el barrio de Chamberí, donde empezó con su labor asistencial a los enfermos, fundando la orden de las Siervas de María.

“Luz de soledad” se mueve entre el cine de estampita más acartonado y el de vidas ejemplares, apostando por el adoctrinamiento puro y duro. La falta naturalismo ambiental y de diseño de personajes, con una actriz estelar que, por su belleza contemporánea, supone una idealización de una sufrida mujer de otro tiempo, que hubo de renunciar al cuidado personal.