Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Oasis: Supersonic»

En el 20 aniversario de los conciertos de Knebworth

Se cumplen veinte años de los multitudinarios conciertos que dieron Oasis en Knebworth, así que nada mejor que un documental que es una celebración de la fama efímera del grupo. Por eso nada hay en “Supersonic” que pueda empañar aquellos momentos en los que los hermanos Gallagher se dieron su mayor baño de masas, y tal vez en dicho recuerdo dorado encuentren un motivo para volver a reunirse en otra gira mundial, puesto que hoy en día el negocio está en la música en directo. Han de saberlo muy bien, al ser los últimos que se lucraron de la hoy extinta industria discográfica. De ahí que muchos les consideren la última gran banda del “britpop”, o los únicos capaces de recoger la herencia de los Beatles, al menos en lo que a ventas se refiere.

“Supersonic” es un documental oficial, con todo lo bueno y lo malo que eso tiene. Para los fans siempre será un lujo, puesto que ejerciendo Liam y Noel como productores ejecutivos han aportado material inédito para la ocasión. En cambio, a los más críticos les va a faltar un mínimo de análisis interno, porque si Oasis solo fueron capaces de mantenerse entre 1994 y 1996 en todo lo alto fue debido a su mala cabeza. Salían más en los tabloides sensacionalistas que en las revistas musicales, algo que se acaba pagando más temprano que tarde.

Cuesta creer que un documentalista tan curtido como Mite Whitecross, colaborador de Michael Winterbottom en “Camino a Guantánamo” (2006), no se haya interesado verdaderamente por el lado oscuro de la hermandad Gallagher, a quienes retrata a través de la voz en off como a jóvenes inconscientes e ignorantes de lo que les pasaba, entre otras cuestiones debido a que la mayoría del tiempo estaban demasiado colocados como para comprender el fenómeno que habían generado, no siendo más que unos hooligans del Manchester City, unos chicos de clase obrera que se colaron por la puerta falsa en el estrellato.