Pablo CABEZA
BILBO
Elkarrizketa
KARLOS GIMENEZ
MÚSICO Y AUTOR DEL POEMARIO «LA VOZ RENDIDA»

«La poesía ha entrado en mí según musicaba poemas de grandes autores»

A mediados de la década de los setenta Karlos Giménez comienza a colaborar con músicos de la escena euskaldun. Su relación es profunda con Imanol, pero también se relaciona con Xabier Lete, José Antonio Labordeta, Pier-Paul Berzaitz, Antton Valverde, Julen Lekuona, Erramun Martikorena, Oskorri... Ahora es actualidad por su faceta de escritor y el libro de poemas «La voz rendida».

La carrera musical de Karlos Gimenez es un poco menos que infinita. Su nombre se encuentra en decenas y decenas de discos ligados a la escena euskaldun preferentemente. Con Imanol aparece unido a la etapa más creativa de este, incluido el disco “Jo esan” (1981) con el que Imanol no se sentía especialmente ligado, pero que puede considerarse como uno de los más brillantes de su dilatada carrera. Tampoco extraña, pues Klabelin Komik –la banda que acompaña a Imanol en ese disco–, aborda el fondo musical con una inspiración trascendental. “Jo esan” suele cotizar por los 100 euros en plataformas como Ebay. Gimenez, además de consumado pianista, es asimismo compositor, arreglista y productor. También ha compuesto música para teatro, cine y televisión. Compartió dos discos mano a mano con Imanol y publicó en solitario “12 geltoki” en 2004.

De un músico con tanta sensibilidad a las teclas, delicado, armonioso, cabía esperar que un libro de poesía siguiera unas pautas similares: y tal cual se muestra en “La voz rendida” (editorial Aliar), título que da cobijo a cerca de cien poemas de una calidez y fuerza subyugante, y donde el amor, el talento sensible, la palabra inspirada, el pensamiento noble..., doblegan a lo cotidiano, al feo y grueso mundo material con frases tan directas como “Mi amor es solo amor,/ no es solo esos besos robados,/ esas cómplices miradas.../ Mi amor va más allá,/ es solo amor, nada más”.

De otra parte, junto a Amaia Zubiria y el violinista Francisco Herrero tocará en directo el próximo 18 de noviembre en Lugaritz de Donostia, tal y como ya hizo en febrero pasado en Beasain, localidad donde reside. Dentro del concierto, Zubiria recita varios poemas del libro adaptados al euskara.

Es hermano de Josi, bajista de Doctor Deseo, pero mientras él se asienta en Bilbo usted terminó en el Goierri, no sin un largo periplo.

Nuestros padres eran valencianos y tras la guerra civil fueron a Argentina con un hijo, a ‘hacer las Américas’. Las Américas no las hicieron pero tuvieron otros cuatro hijos. Llegamos de Argentina cuando yo tenía 6 años y vivimos un año en Bilbao porque mi padre tuvo un trabajo en un pueblo cercano. Luego consiguió un trabajo en CAF y nos instalamos en Lazkao. Allí viví hasta que, con 17 años, me fui a estudiar al Conservatorio de Valencia un par de cursos. Después estuve un curso en el Conservatorio Municipal de Barcelona. Volví de allí y entré en Oskorri, con quienes ya estaba nuestro hermano Santi. Con Oskorri pasé unos dos años (en medio de esto me casé con una beasaindarra), viviendo en Bilbao. Santi y yo dejamos Oskorri y entramos a formar parte de la banda de Imanol, junto con Michel Longarón, Pedro San Martín, y Txapete (bajista de la zona de Algorta). Ya me instalé en el Goierri para siempre: viví en Beasain, Ordizia, y ahora en Salbatore, barrio de caseríos en las afueras de Beasain.

A los sesenta años no le ha llegado la inquietud literaria, esto viene de lejos.

Supongo que la poesía ha ido entrando en mí según musicaba poemas de tantos grandes autores. De la mano de Imanol, Antton Valverde, Xabier Lete, conocí tanta buena poesía... Pero también hay que tener en cuenta que antes de esto conocí a Machado gracias al disco que Serrat le dedicó, a García Lorca gracias a Paco Ibáñez, Juan Dávalos (poeta argentino) gracias a Eduardo Falú (guitarrista y cantante argentino), o a los libros que había por casa... Teníamos una biblioteca francamente amplia. Debo reconocer que desde bien jovencito sentí la inquietud por escribir, pero lo dejé en la recámara de esos sueños que uno tiene y cree imposibles, que nunca va a cumplir, y más teniendo en cuenta que me enamoré de la música y para poder desarrollarla se necesitan muchas horas de preparación, estudios... por lo menos en mi caso. Cuando grabé el disco “12 Geltoki” e hice unos cuantos conciertos, entre pieza y pieza utilizaba textos poéticos, incluidos algunos míos, y vi que ejercían su influjo en el público, de modo que un día, así, de repente, me senté a escribir, me gustó la sensación y seguí haciéndolo.

Y se inclina por la prosa poética frente a la métrica.

Así es. Empecé intentando escribir en verso, respetando la métrica, pero no me encontraba todo lo cómodo que quería y me pasé al verso libre, la prosa poética, aunque de vez en cuando me sale algún poema en verso y con métrica -en el poemario he incluido alguno-, pero estos son la excepción.

Hubo una temporada larga, unos cuantos años, en la que sólo enseñé mis escritos a un círculo muy reducido de personas. No me atrevía a más, hasta que empecé a publicar en facebook algunas poesías y vi que muchas personas reaccionaban, y muy bien, de modo que seguí publicando y publicando hasta crear una página dedicada a ello, a mis escritos. La inmensa mayoría poesías, pero también algún relato corto.

¿Qué nos quiere decir con el título «La voz rendida»?

Quería decir que entregaba mis palabras. Rendida, en una de sus acepciones es entregada, y por eso la utilizo. La palabra entregada no me sonaba bien y me pareció más adecuado llamarlo “La voz rendida”. También es verdad que el juego de distintos significados me atraía, me resultaba gratamente sofisticado, y así quedó.

¿Es un poemario de sombras y luces? ¿De pasiones, belleza de la vida y dolor?

Sí, creo que lo resumes muy bien. Al ser mi primer libro no quise centrarme en un ambiente concreto y preferí tocar distintos palos, pero en todos ellos, como bien expresas, aparecen sombras, luces, pasiones, vida, muerte, dolor... y creo que desde un punto de vista muy introspectivo. Me dejo llevar por mis sensaciones, a veces un tanto surrealistas, intentando despegarme de la materia, llegar directamente al sentimiento, la emoción... Al fin, todo ello forma parte de la realidad, por lo menos de mi manera de ver la realidad.

Estamos en otoño y tienes tres poemas que llevan la palabra en su título, ¿es una buena estación para inspirarse?

El otoño, para mí como para muchas otras personas, es la muerte del verano. Los días se acortan (adoro los días largos), la naturaleza pierde sus verdes, y después de agostarse va tomando otros colores, muy bellos colores, pero ha pasado una temporada en la que, generalmente, la gente ha estado disfrutando de sus vacaciones y vuelve al trabajo, a la escuela, a la rutina... O quizás sea simplemente que uno es nostálgico y el otoño empuja hacia la nostalgia... ¿quién sabe? En el caso de este poemario el otoño aparece alguna vez (“Vals de Otoño”, por ejemplo) también porque describo alguna experiencia vivida en otoño. También aparece la lluvia, quizás ambas cosas, lluvia y otoño, como representación de los límites de la vida.

El amor y sus diferentes formas tangibles e intangibles están muy presentes en «La voz rendida». Por cierto, solo hay un poema de amor dedicado. Nombre propio también tiene Alfonsina Storni, que si bien no es un poema de amor, sí lo es de admiración y tributo.

El amor es el ingrediente principal de nuestras vidas, creo yo. Sea hacia los amigos, los hijos, los padres, el amor con contenido erótico, el amor a la humanidad, cualquier amor... Y sí, está presente en muchos de mis poemas. A veces describo sentimientos reales, experiencias vividas, pero no me gusta mucho la idea de ser autobiográfico –aunque a veces no lo pueda evitar– y me invento un personaje que describe sus sentimientos. Me explayo imaginando situaciones, a veces llevándolas a límites muy lejanos a mis propias experiencias. Juego un poco a inventar mundos. En este poemario aparece un poema de amor dedicado a Ane, la mujer que decidió pasar su vida junto a mí, y la nombro, sí. No podía ser de otra manera. Es la mujer de mi vida. El mundo poético de Alfonsina Storni lo conocí cuando preparábamos Imanol y yo un disco dedicado a sus poemas, y ello me llevó a pensar mucho en ella y la vida tan triste que tuvo que llevar. Sufrió mucho de amores, llegando al suicidio. Estos dos ingredientes, su poesía y su vida, hicieron que le dedicara una elegía [y un disco con Imanol].

Comienza el poemario con «Porque la vida es así», un título que da la sensación de que solo lo puede escribir un veterano con las cosas claras y que quizá haya vivido cada «porque la vida es así…» ¿Una especie de editorial?

Me parecía que este poema tenía que ser el primero o el último, por cómo habla de la vida, y al fin decidí que fuera el que abriera el libro. Sí tiene algo de editorial, una manera de decir ‘así concibo yo la vida’ de una manera positiva, una especie de presentación, un ‘aquí estoy’. También está escrito pensando, desde la madurez, en la juventud y sus momentos de desánimo, cuando parece que todo se derrumba y sin embargo la vida continúa y hay que relajarse un poco para empujarla, vivirla. Es todo lo que tenemos, pero es un tesoro que no debemos dejar que nada ni nadie nos robe.

No utiliza palabras extrañas, engoladas, de ir al diccionario.

Tampoco dispongo de un vocabulario tan extenso y rico como para utilizar bien las palabras que son de muy poco uso. Además, por encima de todo, quiero que se me entienda. Intento llegar a otros corazones. Y nunca me han gustado las palabras "difíciles", a no ser que sean estrictamente necesarias. En mi caso, creo que nunca lo son. Yo cuento historias, expreso ideas, sentimientos, sensaciones... teniendo muy en cuenta la sonoridad, la musicalidad de las palabras, y me resulta muy pedante recurrir a palabras complicadas. Lo mismo me ocurre cuando leo algún pobre poema en el que, por guardar la rima o la métrica, aparecen palabras que no cuadran. Creo que la gracia de un escrito está en su sencillez, aunque a veces pueda ser necesario un esquema complicado para expresar exactamente lo que uno quiere

Poema muy hermoso y muy duro: «A una madre sola».

Nuestra madre murió el día en el que cumplía 63 años. Por suerte para ella, fue un irse muy rápido, pero para mí... creo que fue el día que más he llorado en mi vida. Faltaban pocos meses para que nacieran sus primeros dos nietos y esa desgraciada casualidad me persigue. Veo a nuestros hijos y me acuerdo de ella. Ante cualquier éxito de la vida recuerdo que no se lo puedo contar, compartirlo con ella... y de ahí que me saliera un poema tan triste, tan duro. Agradezco que lo llames hermoso porque con ello gana mi tributo a la mujer que me dio la vida. La mujer que pasaba sus días cantando sin parar, mientras cosía, tendía la ropa... Creo que heredé de ella mi amor por la música, entre otro montón de cosas, claro.