Pablo CABEZA
BILBO

Ruper Ordorika, canciones otoñales nacidas en primavera

«Guria ostatua» es el título del nuevo disco de Ordorika. Canciones creadas en los dos últimos años junto con alguna idea colgada del pasado, en especial algún texto, como «Kontserba fabrikaren aurrean», un texto de Sarrionandia que ha tenido que esperar veinte años. Entre las once canciones ritmos medios, una banda impecable, uso intensivo de las teclas, el cálido sonido de un contrabajo y la voz de todos, la voz del infalible Ruper Ordorika.

Con una canción, “Ireki atea”, que lo mismo poetiza con extrema sensibilidad una hermosa historia de amor semiroto, que los líos de la vida, una puerta y un puente se convierten en espacios diferentes con un mismo fin, la esperanza y con ella comienza Ordorika un álbum que ya resume la claves globales: la apuesta por la sonoridad de un contrabajo, el uso intensivo de diferentes teclados y características, los continuos detalles de guitarra, una batería entre el jazz y el folk, la cuerda de Arkaitz Miner, y, por encima, la amigable y entonada voz-resonante de Ruper Ordorika. Esta es, además, la primera vez que suena en la carrera del oñatiarra un vibráfono, tocado con delicadeza por Kenny Wollesen, también lúcido batería. Wollesen ya es la octaba vez que colabora con Ruper, quien además de tocar le sugiere músicos. Ya lo hizo abiertamente en “Lurrean azpian” (2014), y ahora el recomendado ha sido Tony Sherr, con el que Ruper ha quedado encantado, ya no solo por el talento al contrabajo, sino por las guitarras limpias y adecuadas que teje entre espacios. Esta vez el entorno ha vuelto a ser Brooklin, Nueva York, ciudad con la que el músico tienen más lazos que el día de San Valentín.

Previamente a Nueva York, donde en dos días consigue que todo cuadre, Ordorika se pasa un buen tiempo en Abetxuko, Gasteiz, junto a su gran amigo y músico Alberto de la Casa. «En su estudio vamos dando forma a las canciones. He profundizado mucho en ellas, hasta redondear las esquinas. Pero en Nueva York –matiza– cada músico ha tenido plena libertad para hacer lo que deseara. Ni siquiera ha necesitado las canciones previamente». Todo fluye adecuadamente gracias a la solvencia de músicos del entorno jazzy que resuelven los retos porque sí.

El disco se graba en los estudios de Andy Tommasi. Ordorika utiliza unas cuantas guitarras. «Tiene tantas y tan buenas que si alguna vez echa en falta alguna, ya sabe dónde está», refiere jocosamente. De la grabación incide en que quería un contrabajo porque al margen de su sonoridad «obliga a un tipo de mezcla e implicación».

Todas las letras son suyas a excepción de tres. Y ha elegido según impulsos. Sobre “Kontserba fabrikaren aurrean”, de Sarrionandia, explica: «Tenía el texto desde hace veinte años, pero no me encajaba. Y ahora sí». No vamos a descubrir a Joseba Sarrionandia, pero el texto entre el amor, un marinero y la desolación, es tremendo.

Al equipo neoyorquino, se le añade aquí el trabajo de Arkaitz Miner quien aporta unos remates de cuerda espléndidos, en especial en el tema dedicado a la tragedia actual del Mediterráneo, “Mare nostrum”.

“Guria ostatua” nace relajado y sutil y concluye con una canción, “Zatoz”, muy referencial, como llegada del cancionero de Ipar Euskal Herria. Una sencilla balada que cierra disco de manera íntima, amargamente bella, tendiendo un nuevo puente a los sentimientos.

Ordorika presenta “Guria ostatua” el viernes en el Antzoki de Ermua; el 3 de diciembre en Zinema de Suraluze y el 17 en Kafe Antzokia de Bilbo. Más fechas en ruperordorika.com.