Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «La doctora de Brest»

Todo se resume en la mirada de la doctora Irène Franchon

Tomando como referencia el caso real que protagonizó Irène Franchon en su cruzada particular contra las farmacéuticas y el sistema de salud del Estado francés, la cineasta Emmanuelle Bercot ha desarrollado un filme mediante el que ha apostado por la vía fácil a la hora de adentrarse en una trastienda médica merecedora de un tratamiento mucho más implacable que el planteado por la autora de películas como “La cabeza alta”.

Es una lástima que la vía elegida para desarrollar una trama que requería ser filmada transite por senderos tan trillados por el cine estadounidense en su formato más folletinesco y lo cierto es que de no ser por la apabullante interpretación de una actriz de garantías como Sidse Babett Knudsen, tal vez estaríamos hablando de un telefilme de nula aspiración creativa. Por fortuna para Bercot, la actriz que se ha encargado de encarnar a la médico que destapó el escándalo Mediator se basta y sobra para mantener sobre sus espaldas todo el peso dramático de un personaje capaz de sentenciar con su mirada la amoralidad escalofriante de un emporio farmacéutico que quiso sacar el mayor rédito posible a su producto criminal. Contemplar la mirada silente de Sidse Babett Knudsen es todo un prodigio de emoción, que refuerza esas sensaciones de soledad ante el peligro que padece la protagonista de esta fábula social que pretende seguir la estela de obras mucho más contundentes, en todos los sentidos, como “Las confesiones del doctor Sachs”, que dirigió en el año 1999 Michel Deville, o, desde otra óptica diferente que giraba en torno al sistema educativo del Estado francés, lo que nos mostró Bertrand Tavernier en “Hoy empieza todo”, también del año 1999.

Todo lo que en estos dos filmes citados se asomaba como virtud –narrativa telúrica y emocional–, en el filme de Franchon se revela como mecánico.