[Pablo CABEZA
Bilbo
Elkarrizketa
ELENA SETIÉN
CANTANTE Y MULTIINSTRUMENTISTA

«Me ha costado muchos años considerarme a mí misma cantante»

Elena Setién partía de Donostia con 18 años. Había que ver qué mundo se alojaba en los otros mundos o simplemente encontrarse con la cara desconocida del destino. Tras algunos pasos como montañas, termina en Dinamarca, donde en formato de dúo, Little Red Suitcase, se convierte en una nominada habitual a los Grammy daneses de jazz. Tiene nuevo disco, delicado, absorbente, indie, y toca mañana en Bilbo.

Elena Setién regresaba a Donostia en el verano de 2015, después de haber partido hacia Londres con 18 años desde Amara, su barrio de nacimiento, técnicamente para formarse, en subjetivo, para crecer como músico y como persona. Aquel acto de impredecibles consecuencias derivó con el tiempo, esfuerzo, preparación y condiciones naturales, en una artista apasionante y multigénero. Subyuga por su voz, educada como no es habitual entre nosotros. No se trata de que posea un rango vocal inhabitual, es su tono, su calidez. Son sus inflexiones dobladas como una hoja de papel curvada. Y es su trémolo. El vibrato de garganta no siempre resulta magnético, agradable. Puede saturar, empalagar. Con Setién el oído ni se percata de que está ahí, aunque lo escuche. No creemos sea posible encontrar en Euskal Herria una voz con tantas cualidades. Este es otro nivel, y lo es por la gestión de sus recursos, el timbre, la ductibilidad, la conducción, el juego... y la música que le acompaña. Elena Setién es compositora, además de tocar el piano, el violín, la viola y la guitarra, aunque sus soportes instrumentales preferidos y más habituales son los dos primeros.

“Dreaming of earthly things” es su segundo álbum en solitario. El disco se graba en Donostia, bajo la experiencia de Mikel Azpiroz, quien también lo mezcla, además de ser parte del proyecto con su piano y derivados. Al proyecto se une el solicitado batería Karlos Arancegui, capaz de reajustar sus ritmos biológicos y percutivos a todo tipo de proyecto de buen gusto. No obstante, “Dreaming of earthly things” es un disco de ambientes entre la voz y los teclados de Elena y Mikel, ella a veces con el Wurlitzer para sonidos especiales y él con la misma intención cuando incluye Hammond, Moog sintetizador y algunos detalles de guitarra camuflados entre la numerosa familia de teclas, espacios ausentes y lírica pausada. Azpiroz desarrolla aquí una de sus mejores aportaciones a su carrera.

Suele ser habitual que la canción que da título al disco, si existe, como es el caso, sea una de las mejores, a conciencia o por casualidad, pero ocurre. Y aquí no es diferente, pasa, y de qué manera. “Dreaming of earthly things”, la canción, es subyugante con su aire Chris Isaac sobre teclas. Y como esta, el resto del disco se desvanece atmosférico, de una intencionalidad tan salvaje como serena. Es un disco biemocinal: bien desde el fondo, sin inmiscuirse, o paralizante. Se puede elegir. “The old tree” por delicada e inmaterial, “Dream and nightmare” por su pop de juguete esquinado, sombrío, “Someday, somehow” por cómo está arropada en su fragilidad. Más soleada es “Jigsaw puzzles” o “Back to where you started”, radiante.

Lo curioso de “Dreaming of earthly things” es que la autora no tiene inconveniente en que se le clasifique como un disco indie. Posiblemente sea la primera que no reniega del término, aunque lo matice: «Me fui a los dieciocho años a estudiar violín clásico a Londres. Iba, animada por mi madre, a buscar una buena escuela de violín y de música clásica. Mas que tener otras inquietudes fuera de la música, las he tenido dentro de la música. Pasé por el clásico, después el jazz y la improvisación y ahora estoy metida de lleno en la canción de autor en inglés y una producción que se puede llamar indie».

Toca brillantemente varios instrumentos y de diferentes cualidades y exigencias, además de la voz. No es una cuestión de virtuosismo, o sí, pero también de belleza.

Sí, justamente, la voz es un instrumento de por sí, a veces nos olvidamos de ello. Pero yo empecé de pequeña con un par de años de piano, y luego a los nueve me pasé al violín. Mi madre ha sido profesora de guitarra durante tres décadas y la música siempre ha sido muy importante en casa.

¿Cómo descubre que puedes ser vocalista, que posee cualidades? ¿Cómo ha cultivado esa voz tan dúctil, afinada...?

Me alegro de que pienses eso respecto a la afinación, creo que el violín me ha ayudado en gran medida. Empecé a cantar a los 22 años, buscando una expresión más libre, para mí, que la del violín clásico y me ha costado muchos años considerarme a mí misma como cantante.

Copenhague es la ciudad donde crece musicalmente y es reconocida. ¿Por qué regresa?&bs;

Dinamarca es mi cuna musical. Así como todo lo aprendido anteriormente era una etapa de gestación, en Dinamarca aprendí a ser músico. La estética nórdica me encandiló desde el principio y me ha marcado mucho. Tuve la suerte de poder estudiar canto moderno en el Conservatorio Rítmico de Copenhague y allí entré a formar parte de la escena de jóvenes improvisadores. Edité cinco discos y tuvieron buena acogida.

¿Es consciente de que esto no es Dinamarca y que proyectos como el suyo pasan directamente al indie, pozo del que es muy complejo salir?

Regresé en verano de 2015 con mi pareja y mis hijos, todos ellos daneses. Vinimos a Donostia para estar más cerca de mi familia. Tenemos pensado quedarnos por un largo periodo de tiempo. Sí que he visto que mi música rápidamente ha pasado al indie, pero no me asusta. El indie en Dinamarca no tiene connotaciones negativas.

En «Dreaming of earthly things» se observan dos ambientes. Un costado se representa por la canción que da título al disco, que supongo que no es casual, pues parece la composición más completa, acompañada por otros temas igual de hipnóticos. Es pura delicadeza, sutilidad... Es muy fílmica, muy «Twin Picks» por ejemplo, ahora que se repone la serie. Y, por contra, cuenta con «Back to where you starter», que suena feliz aún sin texto, dinámica (o «Jigsaw puzzles»).

A mí también me gustan esas canciones de ambiente desolado, pero hermoso e hipnótico. “Twin Peaks” es una gran referencia! Pero creo que los dos ambientes del disco que mencionas se complementan el uno al otro y tal vez dan más fuerza a esa cualidad hipnótica de algunos de los temas.

Nos entusiasma también cuando se acompaña de piano, como en «Near you, near me», de su anterior álbum, más producido, arropado... Es un disco en el que le reconozco, pero muy diferente al actual. William aporta esas guitarras lastimosas muy alemanas. Quizá se acerque al cabaret, en parte.

El piano juega un papel importante en “Twelve sisters”, mi anterior trabajo. La instrumentación es más convencional y la voz está efectivamente más arropada. El sonido del cabaret siempre me ha llamado la atención: ese sonido crudo del piano, la voz sin pulir y un ambiente que casi evoca el olor del suelo de madera del escenario... Es muy orgánico y humano y esas dos son cualidades que aprecio mucho en la música.

Posee una voz muy académica, sin embargo en instrumentación le he visto cosas extremas de gran valor. No extraña que Fred Frith se fijara en ustedes.

Espero que lo de académica no se relacione con una perfección ¡aburrida! Tengo ocho años formales de estudios musicales y eso creo que no lo puedo desaprender del todo. Johanna Borchert, gran pianista y cantautora berlinesa, y yo formamos Little Red Suitcase en Copenhague. En 2008 Fred Frith vino a dar su primer concierto a la ciudad en veinte años y tuvimos la suerte de conocerle. Le gustó nuestra música y nos invitó a tocar en el club de John Zorn, The Stone, de Nueva York. Fue una vivencia estupenda.