Mel Gibson se identifica con los héroes que sufren la violencia redentora

Al igual que les ocurre a los héroes redimidos por la violencia de sus películas, a Mel Gibson los ataques contra su persona le hacen más fuerte. El lobby judío de Hollywood no ha podido impedir que su quinto largometraje suponga una total recuperación, ya que producido de forma independiente con una arriesgada inversión de 40 millones de dólares, que no es mucho para una película bélica rodada a la vieja usanza, ha acumulado casi 60 de recaudación solo en la taquilla de los EEUU. Además el rodaje fue íntegro en su Australia de origen, con lo que puedo volver a sentir la cercanía de trabajar con un equipo técnico y artístico prácticamente australiano.
Lo bueno es que “Hacksaw Ridge” es una obra de miras tan amplias que contenta por igual al público pacifista y a los amantes del cine bélico, porque sabe explotar las contradiciones internas de la guerra. Aunque el protagonista sea una figura histórica como Desmond Doss, pionero de la no violencia en el Ejército estadounidense, Mel Gibson ha filmado las escenas de acción con un realismo brutal, evitando para ello recurrir a los efectos digitales. Nunca antes se había visto así la dura campaña de Okinawa en la pantalla, pues las explosiones y el fuego de los lanzallamas se hicieron con la presencia in situ de los actores.
Orto hito es la elección estelar de Andrew Gargield, convertido ya en el nuevo Anthony Perkins. No podía haber otro actor mejor para encarnar a Desmond Doss, el joven adventista que quería ir al frente sin armas, para salvar vidas en lugar de para matar. Todo el proceso de sacrificio personal en defensa de sus profundas convicciones éticas está narrado como el calvario de “La pasión de Cristo” (2004), porque los oficiales militares y los propios soldados lo tachan de cobarde y antipatriota, haciéndole la vida imposible. Hasta que llega el momento de la batalla.

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