La La Land
Al leer las declaraciones del realizador Damien Chazelle (Rhode Island, 1985) parece que haya (re)inventado el cine. El director de la multipremiada “La La Land” habla de «devolver el romanticismo y las posibilidades de soñar» que ofrece el cine ante el cinismo y la crítica que prevalecen en «el séptimo arte». Cuando leáis esta columna ya habré visto la película, de momento escribo motivada por el interés mediático que ha generado la maquinaria de Hollywood en torno a este proyecto que se promociona como un oasis entre tanta «negatividad». ¿Volveremos a los musicales con la era Trump? Como amante de las películas en las que se baila, se canta, se ríe y suena la música, deseo verla.
La historia de “La La Land” está contextualizada en “La ciudad de Los Ángeles”, en el territorio donde se fabrican «los sueños», una ciudad de ángeles lejos de la filmada por Wim Wenders. “La La Land” habla una historia de amor entre dos jóvenes artistas (Emma Stone y Ryan Gosling) en la ciudad de las estrellas. La publicidad habla del retorno a los musicales clásicos, al cine de los planos secuencia interminables que complican el rodaje de las tomas de baile. Los homenajes a películas como “Singing in the rain” de Stanley Donen o “Los paraguas de Cherburgo” de Jaques Demy son parte de la campaña para llevarnos a los cines. Picaremos y, seguramente, disfrutaremos. Os contaré.

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