Alberto PRADILLA
ASAMBLEA CIUDADANA DE PODEMOS

UNIDAD COMO DESEO O COMO MARTILLO HASTA QUE LAS BASES DECIDAN

LA «UNIDAD» SE CONVIRTIÓ EN EL TÓTEM DE LA PRIMERA JORNADA DE VISTALEGRE II. LA PROCLAMARON TODOS LOS LÍDERES Y LA REIVINDICARON LOS 7.000 ASISTENTES. SIN EMBARGO, ES POSIBLE QUE EL TÉRMINO NO SIGNIFICASE LO MISMO PARA TODOS. EL DÍA DE DEBATE FUE SORPRENDENTEMENTE TRANQUILO. LA CATARSIS LLEGA HOY CON LOS RESULTADOS DEL PROCESO.

«Unidad» sustituyó a «sí se puede» como grito de guerra en Vistalegre II, la asamblea ciudadana de Podemos. Tras una campaña sucia, con poco debate y mucha cuchillada, reunir a 8.000 personas simpatizantes de las diferentes corrientes era una apuesta arriesgada. No llegó la sangre al río, al menos ayer. Habrá que ver hoy, cuando se conozcan los resultados de la votación interna. Los dos líderes en disputa, Pablo Iglesias e Iñigo Errejón, se ahorraron los reproches y apuntaron hacia el exterior, hacia PP, PSOE y Ciudadanos. El público, en sintonía con los portavoces, clamaba por la «unidad». El término no tiene por qué significar lo mismo para todos. Lo que para algunos puede ser un anhelo, que las aguas vuelvan a su cauce en un partido con muchas heridas, también puede ser utilizado como martillo frente al contrario. Existiendo dos proyectos estratégicos diferentes, la «unidad», o la falta de ella, funciona también como acusación. En este contexto, defender el tótem unitario es como estar a favor del bien, la luz, la justicia o la democracia. El responsable de no mantenerlo es el que pierde.

Los argumentos estaban sobre la mesa antes de que cada portavoz lanzase sus propuestas. Iglesias, en tres ocasiones (saludo, defensa del documento político, junto a Noelia Vera, y candidatura a secretario general). Errejón, en solitario. Miguel Urbán y Teresa Rodríguez, de Anticapitalistas, como tercera pata minoritaria. Iglesias insistió en que «transversalidad no es parecerse al PSOE o a Ciudadanos». Errejón, por su parte, reiteró su discurso de que el papel de Podemos no es «cantar las 40 a los poderosos» sino generar confianza para gobernar. Urbán y Rodríguez, que algo saben de ser el «enemigo interno» porque les tocó ese papel hace tres años, clamaban en el desierto que había que llevarse bien. Eso sí, su desierto era un erial muy aplaudido.

Una cosa son los discursos de cara a la galería, muy medidos, y otra el ambiente y lo que se dice por lo «bajini». Como escribió Santi Alba Rico recientemente, Podemos ha sido «una trituradora», y entre los grupos de dirigentes era evidente la separación por filias y fobias. También la incertidumbre ante lo que puede ocurrir a partir de mañana. Como recuerda Manolo Monereo, diputado y uno de los integrantes de la lista de Iglesias, si el secretario general no gana, se marcha. «Y eso dificultará mucho la unidad». Desde el otro sector, Segundo González, también diputado pero integrante de la lista de Errejón, consideraba que lo más lógico era una dirección plural que represente el deseo de las bases. Había un punto de nostalgia entre quienes vivieron la explosión de Podemos hace tres años y ahora lidian con la batalla interna. «Es un fin de ciclo», reconocía Sarah Bienzobas, que estuvo en el partido desde el principio y ahora trabaja en el Ayuntamiento de Madrid.

Aunque los augurios vaticinaban que podía llegarse a las manos, teniendo en cuenta el nivel de beligerancia al que se había llegado en medios y redes sociales, la disputa no pasó del «aplausómetro». Y en esto, el «pablismo» gana. Iglesias se llevó más ovaciones, Errejón tenía a sus fieles pero también algún sector que gritaba «Pablo, Pablo» cuando él hablaba e Irene Montero pedía un aplauso para Juan Carlos Monedero, que ha ejercido como «pitbull».

La catarsis llegará hoy a las 14.00 horas, cuando se conozca el resultado de los 150.000 votantes. Ahí se verá qué significa la «unidad» y de qué manera se plasma en la nueva dirección.