Sonaba en El Sadar, a la vuelta de los jugadores del descanso, el ‘‘No hay tregua’’ de Barricada, en el momento en que en el túnel de vestuarios Williams y De Marcos intercambiaban impresiones, tras devolverse paredes e imaginar pases en una primera mitad en la que el gol del primero, el segundo de los leones, fue determinante para que el Athletic se viniera con los tres puntos y gane enteros entre quienes piensan –y realmente queremos pensar– que el equipo transmite buenas vibraciones cara al apretón final de Liga. Determinante porque con un solo gol de ventaja y las preocupantes dudas defensivas que dejó al descubierto el equipo, a la postre se vio que el Athletic habría terminado pidiendo la hora, si no dejándose empatar por el camino. Y como pusieron lo que en Osasuna solo dejó entrever Sergio León en su tanto y en dosis De las Cuevas, los rojiblancos se llevaron el derbi con merecimiento, lo esperado para todos menos Valverde, fácil para muchos aunque nadie gana sin bajarse del autobús. Y el Athletic ayer tuvo eso muy claro. Un derbi como el alternante tiempo sobre la capital iruindarra, ora nublabo y húmedo, ora soleado con esa apertura de claros conocida como ‘engaña pastores’. Porque hubo alternancia en el empuje más que dominio, un choque en el que, sobre todo la primera mitad, El Sadar parecía menguar a cada minuto, por la falta de espacios, la presión al rival, el juego en largo y sin pausa, pero donde el Athletic puso lo que había que poner, los goles, y un pelín más no de favoritismo, como se decía esta semana, sino de intensidad a la hora de ganar cada disputa y cada balón. La conexión De Marcos-Williams fue inspiradora y clave, como el gol 100 de Aduriz como león en Liga, como el regreso del mejor Beñat en el mejor momento, como los diez minutos finales de Rico... El Athletic no falló, Villarreal y Real sí. Ya están a tiro... de Williams.