Jose Angel ORIA

La democracia de verdad produce vértigo

La noche electoral resultó tan apasionante como la campaña, con los dos contendientes esperando unos resultados que tardaban en llegar debido a lo escaso de la diferencia, con las autoridades del Consejo Nacional Electoral defendiendo su labor y pidiendo no hacer caso a las encuestas a pie de urna (la mayor parte anunciaban la victoria del candidato de la banca), y con los conductores de los programas especiales de televisión pidiendo angustiados calma y respetar los resultados, ya que por momentos parecía que Quito se iba a convertir en un campo de batalla entre los seguidores de los dos candidatos. Todo ello sugería que los ecuatorianos sí se creían que en las urnas estaban decidiendo algo importante, que sabían que en función del resultado podían pasar a seguir con el proceso de cambios puesto en marcha por Correa o, al contrario, terminar engrosando la lista de procesos políticos ilusionantes que se estrellan en Latinoamérica. La diferencia fue tan escasa que la Corporación Participación Ciudadana, que realizó un «conteo rápido» teniendo en cuenta datos reales de diversos puntos previamente seleccionados, tuvo que hablar de «empate técnico» cuando el recuento llevaba varias horas en marcha, dando pie a que seguidores de Lasso (calientes por los anuncios previos de las fraudulentas encuestas a pie de urna) hicieran llamamientos a defender el voto, lo que sonó al inicio de una auténtica guerra. Incluso el propio Moreno se saltó las recomendaciones del Consejo Electoral y aseguró, con cierta precipitación, ante miles de sus seguidores que la victoria era para Alianza PAIS. Ambos bandos sufrieron el vértigo que produce la democracia de verdad, la que depende de la voluntad de los ciudadanos más que del poder de los grandes medios. «Gran noticia para la Patria Grande: la Revolución volvió a triunfar en Ecuador. La derecha derrotada, pese a sus millones y su prensa», resumió luego Correa.