«Vivimos sumergidos en un etnocentrismo brutal que manipula y pervierte»
Amorante es un explorador del espacio, pero no del que está encima de las nubes. Él indaga entre el entorno inmediato, convierte las distancias en música, tintes y sonidos acústicos fraguados con diversos instrumentos acústicos. Amorante es imaginación, un tiempo esquinado. Agitación.

Con ocho años comienza a tocar la trompeta. No es un instrumento habitual para un niño, pero la peculiaridad de aquellos años posibilita que hoy Iban Urizar y/o Amorante sea el músico díscolo que propone aventuras que son un viaje por los sentidos y lo inesperado. Para lograr universos diferentes se sirve de una larga experiencia de confrontación con lo establecido. No le busques en fiestas, salvo que la sensibilidad de estas albergue algún rincón para los curiosos, los dolidos de la música comercial.
Amorante publica en 2016 “Amorante”, cofre de cinco canciones ingrávidas, delicadamente sutiles. Ni los textos ni las melodías nacen directamente del pop o del rock, pero habitan; no obstante, el trompetista, el guitarrista, el del hamonium y su profundo sonido, las palmas, la voz abierta y la electrónica con sus bucles, se aproxima con legitimidad a ambientes solemnes que trazan líneas de encuentro entre la tradición, el folclore, la vanguardia, la improvisación y el desafío emocional.
De las canciones frugales de “Amorante”, Iban Urizar pasa en 2017 a “Manuela” y “Brughel zarra”, un vinilo de 7 pulgadas donde el músico se libera de lo aprehendido y propone dos canciones de aire festivo, alegre. Cambia el color del sonido, la intencionalidad, pero sin desprenderse de Amorante. World music con el ritmo calado en cada compás.
El auto-tune modifica y da más cuerpo a su voz, aquello que un día se conoció como efecto Cher por el éxito de esta con “Believe”. Sube la dinámica, la cintura pide baile y Urizar amplía lo esperado, la prolongación de sí mismo. No es otro, pero sorprende con esta maravilla de portada retro, interior folcloreado y girones de una imaginacón sublime.
Un pequeño accidente muscular le ha retenido, pero pronto comenzarán los directos, donde se venderá el single. Y si aprieta la curiosidad, que debiera, ahí está su bandcamp con sus diferentes cosidos y percepciones.
Atrás quedan Zokoan, Café Teatro, Mengele Quartet, Bizarra, Lagunak... y colaboraciones que van desde Rafa Rueda a Joseba Tapia o Joseba Irazoki.
¿La música popular es diferente de la música tradicional por definición?, ¿por consenso? No obstante, utiliza pedales y cajas grabadoras donde prima forzosamente la electrónica.
No sé si estoy de acuerdo con lo del consenso. Vale que la música popular o la popular music tal y como lo entienden en los países anglo tiene su propia parcela históricamente hablando, pero ya van muchos años de mundos mezclados, agitados y malamente globalizados, por la tanto el consenso ni ha existido ni existirá. La electricidad supuso cambio en la sociedad, y la música no fue una excepción. La tecnología simplemente condiciona el discurso musical.
¿Desde el folclor ha tomado aversión a la música basada en las reglas musicales anglosajonas?
No. Nunca. Si tengo aversión por algo es por las reglas establecidas, y no necesariamente anglosajonas. Hay demasiada buena música por el mundo como para empezar a coger aversiones. La música que escuchamos refleja tantas cosas, dice tanto de nosotros, que difícilmente condenaré una práctica, aunque mi gusto esté lejos de algunas propuestas. Cada música se hace por alguna razón, tiene un contexto en concreto, una razón de ser, de existir. ¿Quién soy yo para cuestionar eso?
Realizó un máster en etnomusicología en Barcelona, ¿qué aprendió?, ¿qué le aporto?
Aprendí que toda la música se hace por alguna razón, ya sea propia o colectiva. Cada sociedad organiza el sonido en base a su tradición (propia o foránea). Aprendí a pensar sobre la práctica y organización de la música en la sociedad. Aprendí que vivimos sumergidos en un etnocentrismo brutal, que manipula y pervierte las diferentes prácticas musicales como si tuviéramos el derecho de hacerlo. Un ejemplo: una banda como Konono nº 1 [formación de Kinshasa, en la República Popular del Congo], que utiliza restos de detritus tecnológicos para electrificar sus likembes, y no por un afán de hacer vanguardia musical, acaba tocando en el festival Sonar tal y como si fuera lo más avanzado del momento. Una paradoja, vamos. La ciudad condal me dio muchas cosas, y seguramente me robó alguna que otra.
¿El interés por la música fue primerizo? La trompeta no es el clásico instrumento juvenil, ¿cuándo se incorpora a su vida?
En mi caso, la familia fue esencial. Mi padre siempre ha cantado. Era parte de un dúo que se llamaba Dúo Plaentxi, muy querido por estos lares, que hacían versiones de canciones sudamericanas y mejicanas. La música siempre ha estado presente, aunque suene a tópico. Comencé a tocar la trompeta con ocho años y acabé mis estudios musicales con 21. Nunca me he sentido atado a un género o práctica musical en concreto. De hecho, en todos los años que llevo haciendo música, he tocado desde BBC (bodas, bautizos y comuniones) hasta música experimental extrema, utilizando la trompeta como instrumento principal. Una mochila llena de experiencias y prácticas tan diferentes puede despistar a la hora de encaminar una carrera musical en la industria, pero como mi oficio principal es la docencia puedo permitírmelo, y de paso dinamito el arquetipo de músico al uso.
Hace unos meses Xabier Erkizia recogía el premio Musika Bulegoa Sariak en su nombre por «Amorante». Tienen una estrecha relación.
La relación entre Erkizia y yo viene de más lejos. Nos conocemos desde los 18-19 años. Yo cantaba en Zokoan, y teníamos un bolo en Bergara con unos de Bera que se llamaban Gutariko Bat. Me acuerdo perfectamente del puñetazo sonoro que recibimos cuando comenzaron a tocar. Su cantante (Erkizia) se movía con un estilo inusual y carismático y la banda molaba mucho, ¡pero mucho! Aquella noche nos conocimos y hasta hoy. Xabier Erkizia es un amigo al que quiero y admiro muchísimo.
Amorante es el éxito de los espacios personales, ¿cómo llega a esta situación?
Nace de mi necesidad o curiosidad de verme defendiendo algo en solitario, algo que en veintitantos años no había hecho. Tenía claro por dónde quería ir. Algo muy telúrico, ya sea por las letras o por la música. Mis querencias por los sonidos de raíz me empujaban a la tierra, pero mi carácter inquieto me arrastraba más a la traición que a la tradición. Luego mis estudios académicos me han marcado mucho, sobre todo para comprobar que el elitismo que se le supone a la música académica también existe en otros sustratos musicales no tan académicos.
¿Es su alter-ego?
Sería un reflejo de todo lo que he vivido musicalmente. Es fácil detectar mis diferentes prácticas y experiencias musicales en mi forma de abordar los temas. La tecnología me sirve para ordenar o desordenar mi discurso musical. Tampoco soy un vanguardista musicalmente hablando, ni pretendo serlo, ya que creo en la personalidad intrínseca del músico. Cuanto más calculamos lo que queremos hacer más nos alejamos de lo que somos, y yo antepongo la personalidad ante cualquier propuesta, y eso no abunda tanto.
«Manuela» es un gran hit para la world music y lo popular.
Es una canción que toco desde el principio, y que me ha servido como bisagra, ya que el tono del comienzo del concierto siempre ha sido denso. “Manuela” ha conseguido destensar el ambiente, y eso mola ya que me ha dado pie a utilizar más el sentido del humor. El auto-tune por ejemplo tiene ese efecto: a la gente le parece gracioso, y en realidad es el nexo en común entre “Manuela” y “Brueghel”, los dos están cantados con este efecto. “Manuela” no podía ser una translación del directo, tenía que cobrar otra dimensión. Quería que se pudiera llevar a la pista, pero no hacer un tema pinchable sin más.
«Brueghel zarra» suena mediterránea y sureña. Es como una saeta entre una jota pasando por Turkia. Litros de vino pintando el pentagrama. Se harta de originalidad.
Con “Brueghel” me pasa que estoy totalmente prendido. Nace de una improvisación mientras cantaba la enorme letra de mi tío Jose Mari Ondarza, y no ha variado ni una coma. La tiranía tonal del auto-tune fue forzando la melodía, y me dejó un tema que me costará superar. Esta vez he decidido sacar los dos temas en vinilo de 7” para que se puedan pinchar en guateques y akelarres. “Manuela” bailando en la plaza de Taksim mientras “Brueghel” el viejo pinta la estampa desde su ventana.
Amorante es la conjunción de Morente (Enrique) y de Rodrigo Amarante, a quienes admira.
Aunque el nombre signifique amante en euskara, la fonética te lleva al sur más que a las vascongadas; y eso mola, ya que despista.

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