Ramón SOLA
DESDE LAS GAteras del callejón

Ocho en un portal

Pareció el chiste de los cuatro elefantes en un coche, pero el asunto es para analizarlo y tomárselo en serio. En una de las repeticiones televisivas se vio perfectamente cómo, cuando uno de los Cebada Gago se paró en Estafeta y comenzó a cruzar la calle de derecha a izquierda, de debajo del dintel de un portal de un poco más de un metro de ancho empezaban a salir a la carrera una, dos, tres, cuatro, cinco... ¡hasta ocho personas! Habría que repasar la secuencia entera de la carrera fijándose en ese punto para constatar cuántos de ellos acabaron ahí por la pura inercia del encierro, al retirarse al llegar la manada (o sea, hicieron bien), y cuántos ya estaban ahí ya antes, simplemente para ver pasar la torada (es decir, hicieron lo prohibido y lo imprudente).

Entrar al recorrido sin intención de correr y quedarse parado en un punto muerto (portal, curva...), sea para sentir la emoción del momento, para ahorrarse la cornada al bolsillo que supone buscar un balcón o por puro esnobismo, es una de las mayores estupideces que cabe cometer en el encierro. Contra uno mismo, porque el riesgo de un toro vuelto es enorme y más en Estafeta, y contra los demás, porque cada espacio ocupado, por pequeño que sea, es un burladero menos para quien sí lo necesite.