Víctor ESQUIROL
VERSIÓN ORIGINAL (Y DIGITAL)

Perlas de la Atlántida (II)

Pongamos que las fuerzas del destino se han conjurado en tu contra y han decidido amargarte el verano. Con una lesión inoportuna. Con más carga de trabajo de la que en un principio esperabas... Con cualquier handicap que se pueda invocar. Pongamos que nada de esto supone una desgracia, sino al contrario. Un motivo de alegría, incluso de regocijo. El VOD al rescate. Por segunda semana consecutiva en esta nuestra Versión Original (y Digital), ocupamos el mismo sitio. Filmin sigue en plena celebración de su séptimo Atlántida Film Fest, y nosotros, seguimos sin ver motivos para salir de ahí.

Desde Rumanía, las dos primeras recomendaciones. “Corazones cicatrizados”, de Radu Jude, nos habla de un personaje marcado por sus limitaciones: Emmanuel, alter ego fílmico-literario del escritor Max Blecher, artista afectado por la tuberculosis osteoarticular. Hay motivos para la depresión, pero los tiros no van por ahí. Cuando al director le tocó presentar la película en Locarno, lo hizo con un tono extrañamente simpático: «Me siento bien pensando en este hombre», dijo, «al menos yo no estoy tan mal como él. Esto es bueno para mí». Y así luce la película. La pantalla renuncia al formato panorámico y la cámara se olvida de la movilidad, como si el proceso de filmación intentara mimetizar las condiciones de alguien que sentía que su mente estaba encarcelada en su cráneo. “Corazones cicatrizados” es la respuesta aritmética a la suma del teatro con la literatura y la pintura. Un ejercicio de realismo histórico formalmente brillante y alejado tanto de intelectualismos como, mejor aún, de falsos elogios. A Radu Jude la destrucción del enfermo no le despierta ni lástima ni piedad, y es por esto que le trata con tanta justicia.

La otra propuesta de Rumanía la encontramos en la sección “Muros y fronteras”. “Dogs”, de Bogdan Mirica, nos lleva a una ruralidad teñida por el rojo otoñal... y el de la sangre. Pueblo y ciudad; lo viejo y lo nuevo luchan a muerte por lo más sagrado: la tierra. Ante nosotros, una interesantísima traslación de los códigos del western a unas latitudes poco acostumbradas a ellos. De cocción lenta e intensa. Con un trabajado sentido estético, perfectamente implementado en el entorno, y con una sólida puesta en escena que parece ir en contra del status de novato de quien dirige, la película demuestra que esto del cine, cuando se sustenta en el talento de quien está detrás de las cámaras, no entiende de fronteras.

Para terminar, recuperamos la idea del falso handicap. “Test”, de Aleksandr Kott, hace de la teórica desventaja de la ausencia de diálogos, la base de su mayor virtud. La película nos habla de relaciones humanas en una zona de pruebas nucleares. Un escenario atípico y extremo, donde Kott da rienda suelta a un imaginario que solo podía cobrar vida a través del cine. El poderío visual de la propuesta es tal que parece que esta sea una cinta de animación en imagen real. Como suena y como se ve. La palabra, efectivamente, es como si solo pudiera estorbar. Se reivindica así la imagen como único medio para plasmar y moldear aquello que ni podemos describir. Es la magia del cine. Del “Atlántida”, vaya.