Joseba VIVANCO

LINFIELD-CELTIC, NO SOLO FÚTBOL

Eliminatoria europea inédita hoy en Belfast. El club norirlandés representante del unionismo recibe esta tarde al club escocés emblema de la causa irlandesa. Política y fútbol tras el balón.

La final de la Copa de Europa de 1967 es recordada en los anales del fútbol mundial por la gesta de once futbolistas nacidos en Glasgow y que a las órdenes del legendario Jock Stein ganaron al favorito Inter de Sandro Mazzola. En aquella edición continental se dio otra sorpresa además de la del Celtic, fue la que protagonizó un modestísimo club, el Linfield FC norirlandés, que alcanzó los cuartos de final y puso en apuros al CSKA Sofía. Medio siglo después, las trayectorias entonces paralelas de ambos equipos se cruzarán por vez primera en toda su historia, y eso es mucho decir entre dos ligas, la de Irlanda del Norte, la segunda más antigua del mundo y que echó a andar solo una semana antes que la escocesa. Jamás antes de este viernes se han visto las caras y eso que ambos representan las dos caras de una misma moneda, la que separa en términos futbolísticos a protestantes y católicos en Irlanda del Norte.

El sorteo de la segunda ronda de la Champions League ha deparado que Linfield, el club por antonomasia del unionismo norirlandés, se empareje con el Celtic de Glasgow, el equipo escocés que a falta de un rival de mayor enjundia en la propia Irish Football League es el que representa como nadie a la hinchada católica. Los Hoops, no en vano, fueron fundados en 1888 por inmigrantes irlandeses en Glasgow, quienes tomaron como ejemplo el Hibernian, primer club fundado en Escocia por irlandeses. En el caso del Celtic fue un sacerdote quien apostó por seguir aquel ejemplo. Hoy, casi nadie duda de que los seguidores más devotos de los de Celtic Park son precisamente los católicos norirlandeses, muchos de los cuales incluso acuden de manera regular a apoyarles a la capital escocesa.

Una admiración cuyo embrión toma forma en el lejano 1921, cuando con la independencia de la República de Irlanda, los clubes de Belfast y Dublín se dejaron de enfrentar entre ellos en duelos oficiales. En la nueva República irlandesa nació la League of Ireland, mientras  en Irlanda del Norte, bajo soberanía británica, se siguió jugando la Irish Football League. Sin un referente identitario en lo fútbolístico, surgió el Celtic de Belfast, inspirado en el de Glasgow, que no solo se alzó con numerosos títulos locales sino que protagonizó giras por el extranjero que no sentaron nada bien a unionistas ni británicos. El veterano cronista del club, Bill McKavanagh, afirmó en cierta ocasión: «Cuando no teníamos nada, tuvimos al Belfast Celtic y, entonces, tuvimos todo».

Un idilio que acabó de la peor manera después de un derbi ante el Linfield, en el que los aficionados protestantes agredieron a los jugadores del Celtic sobre el terreno de juego sin que la policía interviniera. Era 1948, en pleno periodo navideño. La directiva católica no se sintió respaldada por la Federación tras aquellos incidentes y decidió no volver a jugar. El derbi de Belfast pasó a disputarse entonces entre Linfield y Glentoran, ambos protestantes. Así que la huérfana afición católica redirigió sus anhelos hacia Escocia y se abrazó al otro Celtic, el de Glasgow. Como reconoció en cierta ocasión el que fuera su santo y seña durante años, Neil Lennon, amenazado incluso por jugar con Irlanda del Norte siendo defensor de la causa irlandesa, «naces y casi lo primero que te enseñan es a amar al Celtic».

Y así ha sido desde entonces. A ellos se han agarrado sobre todo cuando en los últimos 45 años, la liga de Irlanda del Norte ha sido ganada hasta en 43 ocasiones por equipos protestantes y las únicas excepciones han sido las dos ‘usurpadas’ por el Cliftonville católico en 1998 y 2013. Precisamente, en junio de ese último año, al Celtic escocés le tocó en suerte jugar de manera oficial en suelo norirlandés por primera vez en 130 años, en Champions League, ante el Cliftonville. Ambos se habían enfrentado ya en un amistoso en el lejano 1984, partido durante el que militantes unionistas lanzaron objetos por encima de los muros del estadio, lo que derivó en una batalla campal entre seguidores católicos y fuerzas de seguridad, que acabó con más de una treintena de personas en el hospital.

Esta misma semana, el Celtic regresa a Irlanda del Norte, pero para verse las caras con el Linfield, en la segunda ronda de la Champions. Desde luego, mucho más que un partido de fútbol. Tal es su carga simbólica que este choque de la ida no se jugó este miércoles como hubiera sido lógico sino hoy viernes, y todo para evitar que coincidiera con la marcha anual Orange que rememora la victoria en la Batalla del Boyne en 1690. Es más, la directiva del Celtic avanzó hace días que no venderá ni una sola entrada para que hinchas suyos viajen hasta Belfast, algo de lo que se han quejado algunos grupos de seguidores católicos. Todo lo contrario que el Linfield, quien ha solicitado 1.500 para el duelo de vuelta la próxima semana. Será como ver en Celtic Park al archirrival Rangers, y es que el Linfield viste los mismos colores azul, blanco y detalles rojos que The Gers, de la enseña británica.

Una eliminatoria que está haciendo correr ríos de tinta en las Islas, rodeada de un ambiente que supera lo meremante deportivo, histórico a la vez, aunque por suerte alejado ya de épocas mucho más conflictivas como cuando en una eliminatoria de la antigua Copa de Europa, en 1979, se cruzaron el Linfield con el Dundalk irlandés. En la ida en terreno de este último el choque fue un caos, altercados por doquier, decenas de heridos, tanto que la UEFA castigó al club protestante a jugar la vuelta en suelo neutral, en Holanda. El Dundalk se ganó el pase de ronda.

Hoy, los ‘católicos’ de Glasgow son claros favoritos. El estadio ‘protestante’ de Windson Park, con capacidad para 30.000 espectadores, testará ese favoritismo de los de Brendan Rodgers, aunque la sentencia se dictará el día 19 en un atestado Celtic Park, encuentro que retransmitirá en directo el canal deportivo Eurosport. Decía el memorable Ryszard Kapuscinski que «en América Latina, la frontera entre el fútbol y la política es tan tenue que resulta casi imperceptible». Como en Irlanda del Norte. Como en un inédito Linfield-Celtic de Glasgow de Champions League.