El «malo de la película» Justin Gatlin vence en el adiós de Bolt
El «rayo» Bolt solo puede ser bronce, por detrás de un Gatlin muy pitado, que remontó a un Coleman que se vio superado justo al final.

El Estadio Olímpico de Londres se forró de banderas jamaicanas e incondicionales de Usain Bolt. Pero esta vez el mal venció al bien. Bajo una sonora pitada, Justin Gatlin, oro olímpico en Atenas 2004 y castigado durante cuatro años por dopaje, se hizo con el oro de los 100 metros lisos contra pronóstico.
Porque el mano a mano era entre Bolt y Chris Coleman, que también derrotó a Bolt. Coleman salió recordando la reacción y Usain Bolt no pudo progresar como en sus mejores días, como sí lo hizo Justin Gatlin. Porque parecía que Coleman iba a ganar, pero se le escapó la final casi sobre la meta. La marca del ganador, 9,92 segundos, fue casi discreta, pero eso a nadie le importó. De hecho, el gesto de Gatlin mandando callar a un abarrotado Estadio Olímpico tuvo más importancia que el tiempo registrado en la final. Hasta que llegó Usain Bolt. Gatlin se arrodilló ante el jamaicano por respeto, y al levantarse recibió el abrazo del gigante derrotado, pero que volvió a meterse al público en el bolsillo.
Crónica de un adiós
Ya las semifinales trajeron su cuota de morbo, ya que Chris Coleman y Usain Bolt tuvieron un primer enfrentamiento en la tercera semifinal, con triunfo del joven aspirante con 9,97 segundos, y un Bolt sonriente y desafiante en la entrada a meta. Era su primera derrota.
En las dos primeras series, el sudafricano Akani Simbine y Justin Gatlin pasaron en primer lugar, y luego Yohan Blake y el británico Prescod. La mayor decepción llegaba por parte del jamaicano Julian Forte, que tras el 9,99 del viernes, se quedó fuera con 10,13, así como el norteamericano Christopher Belcher, quinto en su serie pese a acreditar un 9,93 esta campaña.
Y al fin, después de los avatares de la jornada, llegó la final. Usain Bolt corriendo por la calle cuatro; Chris Coleman, por la cinco. Y un buen puñado de tapados al acecho, como Blake y Gatlin. Silencio. Silencio agrandado cuando Bolt se quedó en los tacos y no mostró su progresión habitual. Chris Coleman parecía el elegido para destronar a Bolt, pero en esto asomó Justin Gatlin. El eterno sospechoso y odiado, el más veterano sobre el tartán a sus 35 años, el campeón más «viejo» de una prueba de 100 metros, le «levantó» el oro a su compatriota para susto y desesperación del público. El malo de la película salía victorioso, y solo quedaba aceptarlo. Aceptarlo como, por ejemplo, don Usain Bolt, más caballero que nunca a pesar de la derrota, con un gesto que aplacó a los fans.
Entre exhibiciones y sorpresas
Pero hubo otras tres finales en esta segunda jornada aparte de los 100 metros lisos. Entre ellas, la monumental exhibición de la etíope Almaz Ayana, que se llevó la final femenina de los 10.000 metros corriendo en solitario casi siete kilómetros.
Ayana se aburrió de correr en tropel en los tres primeros kilómetros y cuando pegó su acelerón, nadie fue capaz de seguirla. De hecho, su compatriota Tirunesh Dibaba, medalla de plata, acabó a 46,37 segundos de la vencedora; es decir, que estuvo a punto de doblar incluso a las rivales que luchaban por el podio. Un podio culminado por la mayor de las Dibaba y la keniana Agnes Tirop.
Mientras, en la final masculina de lanzamiento de disco saltó una de las grandes sorpresas. Por solo dos centímetros, el lituano Andrius Gudzius superó al gran favorito, el sueco Daniel Stahl –69,21 por 69-19–, con el norteamericano Mason Finley con la medalla de bronce. En la finalísima de salto de longitud, el sudafricano Luvo Manyonga se llevó una medalla de oro muy sufrida, porque el estadounidense Jarrion Lawson se le quedó a escasos cuatro centímetros –8,48 de Manyonga por 8,44 del estadounidense–. De hecho, el norteamericano fue más regular, pero el primer brinco válido del mejor saltador del año bastó para asegurar el oro, con bronce para su compatriota Ruswahl Samaai, que se lo arrebató al ruso –compitiendo bajo «bandera neutral»– Aleksandr Menkov justo al final.
Como anécdota, en las semifinales femeninas de 1.500 metros destacó el desastre de Etiopía. Genzebe Dibaba se metió en la final por tiempos y por los pelos, y su compatriota Gudaf Tsegay se cayó y quedó fuera entre lágrimas, al tiempo que se vio con enorme soltura a la sudafricana Caster Semenya, gran favorita de los 800 metros y que, amén del 1.500, también participará en el relevo 4x400.

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