Llévame en brazos hasta el tribunal de La Haya
A la industria de Hollywood todo le vale con tal de seguir en funcionamiento, por eso sus ejecutivos no dudan en reutilizar una y otra vez las viejas fórmulas, también la de las “buddy movies”, que estuvo en boga en los años 80. Y es que siempre las parejas interraciales dan mucho juego en la comedia de acción, sin que sea necesario que se trate de policias. En “El otro guardaespaldas” el binomio antitético lo forman un agente de seguridad y un testigo protegido.
Ni qué decir tiene que el afroamericano es el delincuente y el caucásico su guardaespaldas, arquetipos que se reparten Samuel L. Jackson y Ryan Reynolds. Al primero le basta con sacar a relucir su repertorio de lenguaje barriobajero para resultar conflictivo, mientras que el segundo debe de armarse de paciencia para cumplir el objetivo de entregar su paquete humano, sano y salvo, ante el tribunal de La Haya. Para lograrlo, entre otros obstáculos a superar, deberán correr como locos en una accidentada y espectacular persecución por los canales de Amsterdam. Para villano de la función nadie mejor que el taimado Gary Oldman, que hace las veces de un dictador comunista que se sienta ante la justicia internacional, y que venderá cara su cabeza hasta el último momento.

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