Dabid LAZKANOITURBURU

Atención al «yihadismo» budista

Ya hace años que este diario, con la inmejorable pluma de nuestro colaborador Pablo L. Orosa, venía denunciando la abierta limpieza étnica contra el pueblo rohinyá que acaba de confirmar la ONU. Y en noviembre de 2016 informamos sobre el desesperado levantamiento armado de los jóvenes de esta etnia musulmana, que llevaba décadas resistiendo pacíficamente la discriminación por parte de la junta militar birmana.

Ocurre que la «transición» que llevó en noviembre de 2015 al gobierno –que no al poder– al partido de la histórica opositora Aung San Suu Kyi no ha supuesto alivio alguno al drama de los rohinyá. Al contrario, la premio Nobel de la Paz no dudó en asestarles la última puñalada calificando las denuncias de genocidio de «informaciones falsas» y tildando el conflicto de «terrorismo».

No hay duda de que el asalto guerrillero en agosto a varios cuarteles birmanos por parte del Ejército de Salvación Rohinyá de Arakan (estado Rakhine) ha acentuado esa limpieza étnica. Pero, tras miles de muertos y 300.000 refugiados después, Aung San Suu Kyi debería ser consciente de que su hoy falsa denuncia podría convertirse en profecía autocumplida. Porque condenar a la no existencia a un pueblo –sea cual sea su origen, en la vecina Bangladesh o en la islamización auspiciada hace cientos de años por comerciantes árabes– es el mejor abono para que abrazen la causa del yihadismo en sus distintas formas.

Sobre todo cuando el «yihadismo» es practicado en este caso en nombre de una mayoría budista que desprecia a los musulmanes por el simple hecho de serlo. Y es que yihadismos hay muchos, casi tantos como religiones en el mundo.