Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Amarillito»

La gran migración en manos de un guía inexperto

Uno de los mayores retos a los que ha de hacer frente la animación es el de entretener por igual a menores y adultos, porque con frecuencia los productores de películas infantiles se olvidan de que son los padres o acompañantes mayores los que pagan la entrada. Viendo muchos largometrajes animados, como espectador ya crecidito me suele pasar que en las partes lineales en las que las peripecias se suceden sin ton ni son, suelo desconectar y me aburro, mientras a la gente menuda le sucede todo lo contrario. Con “Gus petit oiseau, grand voyage”, distribuida internacionalmente con el título de “Yellowbird”, no ha sido así, gracias a que las escenas más dinámicas mantienen una tensión interna mediante un cierto grado de suspense. El protagonista es especialista en meterse en situaciones comprometidas, generando ansiedad en sus acompañantes, y por efecto rebote en el público.

Dicha tendencia al catastrofismo en el tal Gus viene dada por su inexperiencia, apenas es un polluelo que se cayó del nido en el árbol y rompió el cascarón encontrando su primera relación, no precisamente maternofilial, en una mariquita que lo único que hará es avivar su imaginación y sus ansias de volar. A fin de devolverlo al seno de su especie, la bienintencionada Delf lo recomendará como guía para una bandada de aves migratorias que ha perdido a su líder. Las consecuencias de semejante irresponsabilidad no tardarán en dejarse sentir, provocando un accidente tras otro.

Desprovisto del más mínimo sentido de la orientación, el pobre pájaro amarillo pondrá rumbo a África en sentido contrario. La moraleja, bastante discutible, es la de que al final superará mil y un peligros para encontrar el sur ya in extremis. Lo mejor de esta creación del experto Christian De Vita es la recurrente utilización de la técnica japonesa del “origami” para diseñar el plumaje de las aves con papel doblado.