M.I.
MORIR

Fernando Franco sigue ahondando en la herida

Parece ser que esta vez no toca premio, porque los festivales y los jurados son así de caprichosos, un día te encumbran y al otro se olvidan de ti. Con o sin recompensa, que quede claro que Fernando Franco sigue fiel al cine que le dio a conocer con la aclamada “La herida” (2013), y si entonces era válido también debería serlo ahora. Si me apuran, igual hasta se ha radicalizado dentro de su propuesta suicida, porque ha trascendido que hubo debate interno a cuenta del anticomercial título, y finalmente se decidió mantener con todas las consecuencias ese tan innegociable “Morir”. Así de seco y rotundo, sin las matizaciones hamletianas de dormir o tal vez soñar. Osease: el no ser absoluto, liberado del ser.

Por morir entiende el autor andaluz todo el angustioso proceso que lleva a un lento y agónico desenlace, porque si fuera repentino no habría película finexistencial de por medio. Para enfrentarse a semejante reto narrativo, el de Sevilla ha contado con dos aliados no menos arriesgados que él, como son la pareja sentimental y artística formada por Marian Álvarez y Andrés Gertrúdix. Él es el que se va apagando, pero ella es la que le va a sobrevivir, y su punto de vista como cuidadora y máxima afectada es el que prevalece. Menos mal que le queda el horizonte marino.

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