EDITORIALA
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Otra guerra contra Irán: entre retórica y realidad

Hay mucho de lo que preocuparse en Oriente Medio. Solo en los últimos días, el primer ministro libanés Saad Hariri, desde Riad y en una televisión de propiedad saudí, dimitía en una decisión orquestada y ejecutada por sus patrones. A las horas, las sirenas se hacían oír en el aeropuerto internacional de la capital saudí. Un misil balístico lanzado desde Yemen, horas después de que la aviación saudí lanzara una lluvia de bombas en la provincia de Sanaa, era derribado por las defensas antimisiles sobre la estratégica infraestructura. La agencia oficial tildó lo ocurrido como «acto de guerra» y amenazó a Irán con responder en su debido momento. Posteriormente, el temperamental príncipe heredero de 32 años, Mohamed bin Salman, cuyas verdaderas intenciones preocupan y que amenaza el frágil equilibrio de una región tan marcada por la guerra como trampolín de coronarse rey, purgaba a decenas de príncipes, millonarios y notables, lanzando un mensaje a la élite del país: pagar, contribuir a una economía muy tocada por la guerra en Yemen, o a la cárcel.

Todo esto llega semanas después de que Trump rechazara certificar el acuerdo nuclear con Irán, con un discurso incendiario que sonó como un baile inaugural de una nueva campaña con múltiples frentes. Amenazó abiertamente a Irán por «agredir a la región, esponsorizar el terrorismo, desarrollar misiles y oprimir a su pueblo», lo demonizó, aunque tras los fiascos de Afganistán en 2001, Irak en 2003 y Libia en 2011 y la vuelta de Rusia a Oriente Medio no deja de actuar de manera cuidada y calculada.

Con las guerras de Irak y Siria llegando a su fin, al menos en la actual fase contra el ISIS, aunque la situación sea frágil, el espectro de una confrontación directa entre Arabia Saudí e Irán se extiende. Por ahora resulta difícil saber dónde termina la retórica y dónde empieza la realidad, pero la combinación de todos estos acontecimientos añaden urgencia y dan sentido a la amenaza de otra guerra.