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MOIRA MILLÁN
LÍDER MAPUCHE EN PUELMAPU (ARGENTINA)

«El Gobierno de Macri pone presupuesto para matarnos»

La weichafe Moira Millán es un referente en la lucha el pueblo mapuche en Puelmapu, territorio estratégico y rico en recursos que lo ha convertido en objetivo de negocio de las grandes corporaciones y objetivo militar de EEUU para la implantación de una base.

Moira Millán se encuentra ya de vuelta en su comunidad de Pillán Mahuiza, en la provincia patagónica de Chubut, después de una gira por Europa que le trajo hasta Euskal Herria con el objetivo de dar visibilidad a la lucha de su pueblo y de articular una agenda común, y recíproca, entre pueblos y movimientos que sirva para superar las grandes estructuras supraestatales, como la ONU, la OEA o la UE, coaliciones de «piratas, saqueadores y contaminadores del planeta» que solo «favorecen los intereses de las transnacionales y los estados-nación».

Denuncia que Europa «continúa con tentáculos coloniales extractivistas, apropiadores, latifundistas sobre nuestros territorios» y pide a sus pueblos que «nos ayuden a luchar por la permanencia y el reconocimiento de la vida en nuestro territorio, por la libre determinación de la nación mapuche». Libre determinación para «organizarnos y tener el control absoluto de nuestro territorio, nada que ver con la independencia, un debate aún no planteado porque ahora estamos esquivando balas».

Una nación dividida por una frontera impuesta que parte en dos Wallmapu, el territorio ancestral del pueblo mapuche, donde atentados, detenciones arbitrarias, procesamientos sin pruebas, torturas e, incluso, ejecuciones extrajudiciales son un goteo constante y donde «el nivel de impunidad es terrible». Puelmaupu, bajo administración argentina, y Ngulumapu, bajo administración chilena. Una sola nación con «una larga trayectoria de resistencia, que es el principal obstáculo para el saqueo», y que mantiene cierta coordinación, aunque no una estrategia común ante los estados chileno y argentino.

Un Estado, el de Argentina, cuyo Gobierno protege la propiedad de esas empresas con dinero público destinado a «cazar» a los mapuche. Como si se tratara de una segunda Conquista del Desierto, con la que Argentina buscó la eliminación de este pueblo ancestral, a diferencia, según Millán, de Chile, que con la pacificación de la Araucanía trató de integrar a los mapuche imponiéndoles su cultura. Un pueblo «invadido, pero no vencido», que «no se va a rendir ni va a entregar su territorio».

Diferencia «sutil»

Asegura Millán que la diferencia entre los gobiernos kirchneristas y el del derechista Mauricio Macri es «sutil». «El kirchnerismo nos omitió, no había agenda para nosotros; el Gobierno de Macri nos reconoce y pone presupuesto para matarnos», sostiene e incide en que ahora «la impunidad es mayor».

Acusa al Ejecutivo de llevar a cabo sabotajes y de construir «un escenario ficticio de operaciones terroristas para aplicar la Ley Antiterrorista, que dejaría sin efecto garantías y derechos y todas las herramientas legales de que disponemos, lo que les facilitaría un rápido avance sobre nuestro territorio». Y en ese contexto, para «aislarnos, necesitan crear un enemigo interno», en el caso de Argentina la RAM (Resistencia Ancestral Mapuche), que supuestamente plantea una lucha radical hacia la independencia y que es «un invento de los servicios de Inteligencia para criminalizarnos».

Weichafe (guerrera, en mapudungun) y longko (líder) de su comunidad, instalada en 150 hectáreas de tierra recuperada en 1999 junto al río Carrenleufú, al pie de la cordillera andina en Puelmapu, Moira Millán vive bajo amenaza de muerte. Esas 150 hectáreas arrebatadas a los mapuche eran titularidad de la Policía. Hace unos años, un matón enviado por el gobernador le puso una pistola en el pecho y le dio cinco minutos para marcharse. Hace unas semanas, encontró en la puerta de su casa una zorra muerta, a la que habían torturado y atravesado con un alambre el corazón, un mensaje al más puro estilo mafioso tras varias llamadas en las que le amenazaban de muerte.

Pero esas amenazas solo han reafirmado su lucha y su denuncia de la política de los estados, que silencian y niegan la existencia y los derechos de los pueblos originarios. Un discurso dominante que, asegura, se construye desde «la otredad violenta, presentando al otro como asesino, como terrorista», y que, hasta la desaparición y muerte de Santiago Maldonado, había conseguido invisibilizar al pueblo mapuche y su lucha por el buen vivir y el habitar en armonía con la naturaleza y el resto de pueblos –36 pueblos originarios en el caso de Argentina, cuya supervivencia está amenazada en muchos casos por proyectos extractivistas–. «Una lucha no por la propiedad de la tierra, que es la prioridad del Gobierno, sino por un modo de vida en la tierra», dice.

Empresas, EEUU e Israel

Una tierra, amenazada por la construcción de represas, que es reserva estratégica de recursos energéticos, forestales, acuíferos y de minerales, en la que operan numerosas empresas extractivistas, fundamentalmente europeas, que se están quedando con territorio mapuche. Pero en ella ha puesto sus ojos también EEUU, que, apunta Millán, quiere instalar una base militar, cuyo paso previo sería el desembarco de marines estadounideses que comenzará en diciembre, e Israel, que «paga el 100% de las vacaciones a miles de soldados para que vayan a descansar a Patagonia después de matar palestinos a cambio de un informe exhaustivo de dónde estuvieron y qué vieron».

Un territorio militarizado en el que la impunidad de latifundistas y autoridades a su servicio, según denuncian los mapuche, campa a sus anchas, como lo evidencia el «caso Maldonado». Un caso que ha provocado un despertar en la sociedad, y del que Millán responsabiliza al Estado, que «fue a reprimir y matar al pueblo mapuche».

Un despertar que, dice, «tiene que ver con que Santiago Maldonado era blanco, hombre, joven y proveniente de una familia de clase media... y que ha activado un dispositivo que les remite a la dictadura, porque el dolor por las desapariciones y el genocidio está aún latente».

El «caso Maldonado» también le lleva a lamentar que en tiempo de democracia, solo en la provincia de Chubut han desaparecido al menos 145 mapuche, pero «nadie se indignó ni marchó por ellos porque no eran blancos. Como a nadie le importó, ni siquiera a los movimientos feministas, que estén matando a cientos de mujeres indígenas que luchan por resguardar sus territorios. Tuvo que morir Maldonado, que se ha convertido en un puente de unidad entre los pueblos mapuche y argentino», señala.

El despertar, resalta Millán, de «una sociedad racista que está volviéndose sensible, interpela a la memoria y empieza a sentir empatía por los pueblos originarios», dejando atrás un desprecio que «es una política de Estado, que nos convirtió en lo bárbaro, lo abyecto, lo despreciable y lo feo, para justificar el genocidio».

Muchas preguntas

Su gira coincidió con el hallazgo del cuerpo de Maldonado en Chubut, en un área del río que había sido rastreada varias veces y a la que los mapuche acuden continuamente a por agua, y con el informe de los forenses de la familia, que subrayaron que «no se podía haber mantenido el cuerpo en esas condiciones tras 72 días, que seguramente fue congelado o muerto los días previos a su hallazgo». Lo que ha disparado las preguntas, porque, apunta Millán, la estancia de Luciano Benetton es el único lugar con infraestructura para congelarlo. «Curiosamente –agrega–, cuando se estaba librando orden de allanamiento de ese lugar aparece el cuerpo y, curiosamente también, días después del hallazgo uno de los frigoríficos de Benetton se incendia». Y no es la primera vez que Benetton está implicado en desapariciones. En 1996, la de Eduardo Cañulef, que denunció la explotación de los trabajadores rurales en esa estancia.

Ahora mismo, principal objetivo de la lucha mapuche en Puelmapu, Benetton, «un empresario con explotaciones contaminantes y destructoras que no solo es criminal con sus empleados, con los mapuche, sino que también es un ecogenocida», tiene un territorio de 1.900.000 hectáreas, donde «ha instalado un Estado feudal posmoderno con la complacencia del Estado argentino y opera como un señor feudal, que decide sobre la vida y la muerte de los territorios y sus poblaciones con absoluta impunidad».

Y denuncia «el mecanismo mafioso que es el terrorismo sicológico» que suponen el sobrevuelo de los helicópteros –que «aterrizan en nuestros patios a cualquier hora, nos sacan, nos torturan... en unos allanamientos absolutamente improcedentes»– y las minas antipersona, como las colocadas en una comunidad lindante a Benetton. «¿Qué dijo el fiscal? Que no anden niños por ahí. ¿Qué dice el Estado? Que si se formaliza una denuncia el Ejército tomaría el control de la comunidad para identificar dónde están. ¿Cómo podemos tener la certeza de que hay minas y no es una trampa para que el Ejército intervenga y no se vaya nunca más?».

«El pueblo mapuche nunca ha dejado de luchar y no va a dejar de hacerlo. Seguirá resistiendo en esta noche oscura de más de 500 años. Tenemos un grito, marici weu, que quiere decir que por cada uno que caiga diez se levantarán. Somos un pueblo con memoria, no como estos sistemas que la barren y despliegan un dispositivo de amnesia colectiva», subraya.

 

«Las mujeres somos las más vulneradas y despreciadas»

Moira Millán recorrió Argentina durante tres años para contactar con mujeres de otros pueblos originarios y conoció a mujeres que sufren el cambio climático, situaciones de «increíble injusticia y políticas lacerantes», y que le llevan a asegurar que las mujeres son el sector «más vulnerado, oprimido y despreciado». Doblemente discriminadas, por su condición de indígenas y de mujeres, sobre todo en algunos pueblos indígenas, en los que «la opresión es absoluta».

Recuerda casos terribles de mujeres guaraníes, wichis y qom, violadas y mutiladas por personas vinculadas a las autoridades o por sicarios que buscan sembrar el terror y provocar su desplazamiento. «Supervivientes, que cargan todos los dolores y sin reconocimiento de nadie», lamenta. Mujeres que sufren discriminación y violencia de género en el seno de sus comunidades, pero que son «las principales guardianas de las semillas, las guerreras de la tierra, llenas de saberes, y las transmisoras de la identidad y de la cultura a nuestros hijos».

Moira señala que «en tiempo de paz, producíamos pensamiento, arte, alimentación para construir y fortalecer la cultura, pero en tiempos de lucha todas tenemos que estar en el frente de lucha, defendiendo nuestro territorio».

Y ellas son parte de la Marcha de Mujeres Originarias, que Millán coordina, implantada en toda argentina y que este fin de semana ha celebrado su Parlamento en Rosario (Argentina). «Tenemos sobre nuestra mirada la violencia institucional y la violencia conyugal. Somos el sector más vulnerado, oprimido y despreciado, por eso es muy importante esta organización y resistencia entre mujeres originarias, sin el paternalismo de las mujeres blancas», concluye.M.I.