«Vergüenza», un modelo de comedia inteligente
Movistar+ estrena en su parrilla y bajo demanda una de sus grandes bazas, la serie protagonizada por Javier Gutiérrez y Malena Alterio: «Vergüenza». La primera temporada consta de diez entregas y contará con una segunda tanda de siete episodios.

Presentada en la última edición del Zinemaldia, “Vergüenza” apuntaba excelentes maneras tras visionar sus primeras entregas y gracias a un guión que acierta de pleno en su cometido de provocar que el espectador sienta auténtica vergüenza ajena ante lo que está visionando y no precisamente por la baja calidad del proyecto, sino por todo lo contrario. Ello se debe a un brillante engranaje argumental orquestado para pleno lucimiento estelar de dos magníficos intérpretes –Javier Gutiérrez y Malena Alterio– que bordan sus respectivos papeles.
El propio Javier Gutiérrez afirmó durante la presentación de esta serie, que su personaje «es el paradigma del ‘cuñadísimo’; un tipo con ínfulas de artista, pero sin ningún talento para ello, lo que le hace ser patético». La nueva serie de Movistar+ dirigida por Juan Cavestany y Álvaro Fernández Armero se presenta a sí misma como una comedia «especial; hilarante a la vez que incómoda. Es la historia de una pareja mal avenida y que intenta salir adelante a pesar de las constantes meteduras de pata de él, un fotógrafo de bodas que siempre escoge el momento más inoportuno, el comentario más hiriente o la respuesta más sonrojante».
Visionados los primeros episodios de los diez que consta esta serie que puede ser disfrutada bajo demanda, lo dicho por Alterio se traduce en un sentimiento de vergüenza ajena constante, tanto para quienes rodean al personaje de Gutiérrez en la ficción como, sobre todo, para unos espectadores que asisten atónitos a lo que provoca un personaje que el actor define como «homófobo, machista, colérico y envidioso. Tiene todos los defectos que pueda poseer un ser humano». No obstante, y aquí reside una de las grandes virtudes de la serie, se trata de un personaje al que, a pesar de todo, se le acaba cogiendo, si no cariño, al menos compasión porque no deja de ser un perdedor irreductible.

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