Aritz INTXUSTA
IRUÑEA

«Soy un Olentzero autónomo, pero trato de dar solución a todas las cartas»

Quien no haya comprado un boleto solidario a Félix Etxebarria, no ha pateado lo suficiente las calles de Alde Zaharra de Iruñea. Siempre se apunta a colaborar con mil causas, a recabar fondos para cualquier lucha y no falla a un acto de protesta. El día de Nochebuena, lo hace de otro modo, calzándose unas abarcas, con la pelliza, una txapela y una pipa.

Jean-Paul Sartre rebatió a René Descartes diciendo que uno no es lo que piensa, sino lo que hace. Si el francés tiene razón, puede que hayamos logrado entrevistar al huidizo carbonero.

¿Qué planes tiene usted para el día de hoy?

Empezaré junto a la tienda de segunda mano del París 365 allá en la calle San Antón. Estaré de 10 de la mañana a 3 de la tarde. Solo para exponer la acción social que hace el París, dando de comer al que no tiene y recogiendo ropa y materiales. Lógicamente, vendrán niños y niñas y puede que tenga pequeños obsequios para ellos.

Entiendo que a lo que se dedica es a traer regalos a niños que, de no ser por Olentzero, no tendrían regalos.

Yo doy cartas a los niños para que pidan lo que sea. Hoy he mandado dos objetos fuera de Euskal Herria. Uno a Segovia y otro a Madrid. No tengo mugas, abarco también el resto de países del mundo. ¿Quieres una carta? Tengo un montón. Me las han donado los de Elkar. [Mete la mano en un bolso y saca unos folios multicolores con la imagen de Olentzero].

No, mila esker. Digamos que ya he escrito la mía. Tengo entendido que usted es un Olentzero autónomo...

Por supuesto. Yo soy Olentzero autónomo, un Olentzero por mi cuenta.

O sea, que hace todo esto porque le da la gana.

Eso es. Llevo cinco años convirtiéndome en Olentzero. Empecé en el París 365 y me puse con un par de huchas para recabar fondos. Todo salió muy bien, así que voy repitiendo. Quizá parezca una tontería, pero solo intento que la ilusión de los niños y las niñas se vea cumplida. Siempre que se porten bien, porque Olentzero recibe las cartas e indaga. Si se portan bien, el regalo que piden. Si no, carbón.

Entiendo, pues, que se puede colaborar con su labor.

Hombre... yo fui seminarista, así que siempre se admiten óbolos. Si la gente tiene disposición económica y quiere ayudar a los que no la tienen... pues así se consigue que la ilusión de los chiquillos no decaiga por falta de fondos.

Pero su momento es la noche, ¿qué planes tiene?

Voy al Teléfono de la Esperanza, que hacen una labor encomiable. Cenaré con ellos y les explicaré que mi ilusión siempre es la de contribuir, sobre todo con el cariño. La gente está muy necesitada de cariño. Son fechas especiales y hay gente que, por circunstancias, se encuentra muy sola. O quizá haya venido al hospital porque tiene a alguien ahí...

¿También reparte regalos allá?

Pienso llevar el saco bien lleno, con todo lo que pueda [se pone serio y levanta el dedo]. Pero allí nunca llevo carbón, porque la gente que está allí no se ha portado nunca mal.

Entiendo que la gente que le espera depende de su saco para llevarse una pequeña alegría, pero ¿usted de dónde consigue tantos regalos?

La mayoría salen del propio Paris 365 y algunos, de donantes que simpatizan conmigo. Con lo de los óbolos y todo eso.

¿Podría calcular a cuántos niños reparte regalos cada día?

No sé, depende de las cartas… Intento solucionar todas las que me llegan. ¿Cien? Todo el que quiera mandar cartas al París con la edad, nombre y lo que pide es suficiente. Y la dirección, claro, para que sepa dónde dejarlo. Me da igual que sea su casa, la casa del abuelo... donde quieran. Yo voy y se lo llevo.

Oiga, ¿usted se lo pasa en grande, no?

¿Perdón?

Que te lo pasas de vicio, Félix, te estoy diciendo.

[Se ríe como un chiquillo]. Yo disfruto, sí. Lo mío es tratar a la gente y soy feliz así. Me gusta que la gente se ría alrededor mío. Hay muchos problemas en la vida. Además, me encanta inventarme chascarrillos de lo que me pasa en el monte como carbonero para hacer reír a los chavales.