EDITORIALA
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Tortura, la incomodidad que impele a reflexionar y cambiar

Es un hecho que en el conflicto político vasco todo el mundo ha bajado la vista o ha mirado a otro lado ante determinadas violaciones de derechos humanos. Toda persona que haga un mínimo acto de conciencia con un mínimo de honestidad encontrará aquella ocasión –o aquella etapa– en la que prefirió no saber, negó lo que sabía o se desentendió de lo que otros sufrían, a menudo justificándolo en el dolor propio o en el de allegados.

Ese ejercicio de conciencia, sencillo e íntimo, serviría para resituarse, no caer en pendientes despiadadas y educar la empatía, sin por ello renunciar a principios éticos e ideológicos o a lealtades y disciplinas que sirven a las personas y a las comunidades para forjar una identidad e interactuar social y políticamente. Sin cambiar de «bando» ni conceder rendiciones, si se prefiere. No es terapia, ni autoayuda ni coaching, es un ejercicio simple de ver en qué no se ha sido justo, en qué momentos se ha sacado lo peor de uno mismo y se han sostenido postulados que resultan indefendibles, mucho más vistos en perspectiva.

El terreno de lo moral es propicio para la unilateralidad, porque resulta profundamente ético realizar una autocrítica sin esperar nada de nuestro interlocutor, sin buscar a cambio una respuesta pareja. Esa respuesta suele venir en muchos casos por puro reflejo de honestidad, y en otros muchos porque si no lo hace uno se sitúa en posición de inferioridad moral difícil de sostener. El peligro es caer en el cinismo. O ser mezquinos.

Informe sobre el pasado, crucial para el futuro

La presentación del informe sobre la tortura a ciudadanos de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa entre 1960 y 2014, encargado por el Gobierno de Iñigo Urkullu y comandado por el forense Paco Etxeberria, ofrece un buen contexto para este ejercicio, que debería tener la voluntad de ser algo más que particular, que debería tener la ambición social de hacernos mejores como país, más conscientes de lo que ha sucedido en el pasado y más comprometidos con que no pueda ocurrir de nuevo en el futuro.

En su entrevista con GARA, el forense Etxeberria destaca la «incomodidad» que genera en todas las personas e instituciones vascas el informe sobre la tortura. Puede ser comprensible, pero no debería ser excusa para no llevar a cabo ese ejercicio de honestidad ética y política.

Trituradora de relatos

Esa incomodidad se transforma en un negacionismo irresponsable en el caso de ciertos partidos y en el entorno policial, que adoptan un discurso éticamente cobarde e inaceptable, que desprecian a las víctimas y se enrocan en posiciones políticas ventajistas. Es el caso del PSE y el de algunos sindicatos de la Ertzaintza. Es triste, es irresponsable y es cruel. Además, el texto es tan exhaustivo y científicamente potente que pretender desprestigiar los datos o a los autores resulta necio.

También hay que mencionar el silenciamiento mediático de un informe que debería suponer un escándalo mayúsculo. La hemeroteca delata la miserias de quienes han querido pasar por moralmente superiores en este conflicto. O no han hecho su trabajo o les han hecho el trabajo a los torturadores, negando la evidencia y apoyando tesis falsas como las del manual de ETA.

El informe desnuda muchos dogmas de los relatos oficiales, los tritura. Muestra no solo la tortura, sino una impunidad que no hubiese sido posible si no hubiera existido ese ocultamiento y un apoyo social y político tácito. Sin ir más lejos, haciendo un sencillo ejercicio de cálculo: si hay censados 4.113 casos de torturas, ¿cuántos policías las han practicado? ¿cuántos jueces las han permitido? ¿cuántos forenses las han ocultado? ¿cuántos gobiernos las han justificado? ¿qué ha hecho cada uno mientras se llevaban a los detenidos y cuando todo el mundo sabía que estaban siendo torturados?

Más allá del legítimo debate político que un informe de esta relevancia debe provocar, conviene tener siempre en mente a las víctimas y el derecho que les asiste a la verdad –en la que se ha dado un gran paso–, a la justicia –difícil pero necesaria– y a la reparación –parte de ese ejercicio que debe ayudar a construir una sociedad más justa y decente–.

Nota: Conocer el contenido del informe sobre tortura es el primer paso. Los datos que destapa son espeluznantes, conmocionan y remueven, no pueden dejar a nadie impasible. Son de divulgación obligada. Están resumidos en este artículo de Ramón Sola [goo.gl/Dk6RAR].