Victor ESQUIROL
VERSIÓN ORIGINAL (Y DIGITAL)

Eran buenos tiempos

Cuando se confirmaron los rumores, muchos pusieron el grito en el cielo. Netflix (¿quién si no?) apostó fuerte por uno de los grandes hits del último Festival de Cannes. “Good Time”, confirmación de los hermanos Safdie como autores fundamentales en el panorama cinematográfico internacional, llegaría a nuestro territorio directamente al mercado del Video On Demand.

Escándalo: uno de las mejores contendientes en la última carrera por la Palma de Oro no podría disfrutarse en condiciones óptimas... entendidas estas, claro está, como aquellas que solo se encuentran en las salas de cine. Ya sabes, pantalla grande, dolby surround y maleducados whatsappeando en plena proyección. Aquel concepto más o menos nostálgico nos lleva a idealizar, de manera más o menos errónea, unos tiempos (pasados, por supuesto) que en realidad no eran tan buenos.

En fin, que como ya se ha dicho, la nueva película protagonizada por Robert Pattinson (“Good Time”, sí) está disponible en Netflix. Se trata de una extraña y absorbente odisea urbana nocturna, filmada con nervio y estilo asfixiante. El metraje comprime en una intensísima hora y media la acción de un día entero en el que un atracador de bancos de poca monta tendrá que librar a su hermano de las garras de la policía.

Con este pretexto, Ben y Joshua Safdie firman una excelente cinta de aventuras siempre al filo del delirio sicodélico... y del más acertado guiño a los clásicos. Así, los esquemas propuestos por John Steinbeck en, por ejemplo, “De ratones y hombres”, adquieren aquí un look alucinado no exento de apuntes sociales. Lo mismo que hacer correr a Mr. Pattinson de una punta a la otra de Nueva York... sin olvidar que tanto frenesí debe obedecer, en última instancia, a plasmar la angustiosa (y canibalística) lucha que deben librar las clases desfavorecidas para poder sobrevivir una noche más.

Lo viejo y lo nuevo, ya se ve, pueden convivir en armonía en el espacio del VOD. Y para muestra, otro botón. En Filmin han decidido celebrar por todo lo alto el 120º aniversario del nacimiento de uno de los padres fundadores del séptimo arte. La selección “Eisenstein y discípulos” nos permite recuperar los títulos imprescindibles del maestro soviético, así como las más esplendorosas obras que atestiguan el peso de su legado.

“El acorazado Potemkin”, “Octubre” y “La línea de lo general (Lo viejo y lo nuevo)” se confirman, todavía a día de hoy, como el tríptico perfecto para entender la fórmula del «1+1=3». Dos imágenes juntas nos remiten a una tercera. Es la magia del montaje, ingrediente imprescindible para hacer del celuloide el soporte para un lenguaje único. Son, todas ellas, lecciones imperecederas de cine, capaces de hacer de la propaganda, la expresión artística más noble.

En esta misma línea, y en esta misma selección, encontramos “Soy Cuba”, colosal rareza de 1964, a manos de Mikhail Kalatozov. Se trata de una imponente oda a la emancipación del pueblo cubano. Un poema visual de dos horas y media de duración. Grandilocuente en la bella recopilación de imágenes; inspiradora en su apabullante uso de una técnica que aún se antoja como un prodigio vanguardístico.