Alba Fatuarte y Mireia Arginzoniz
Mesa Feminista de Alternatiba
KOLABORAZIOA

Pongamos a parir a estos señores

Como bien dice Silvia Federici, «el cuerpo de la mujer es la última frontera del capitalismo». El capital quiere controlar nuestras vidas, empezando por nuestros úteros, para poder seguir acumulando beneficios. Es una ofensiva patriarcal en toda regla que se manifiesta de mil maneras.

Recientemente, todos los medios de comunicación recogían cierta noticia que llegaba acompañada de una foto donde veíamos sonriendo un grupo de hombres bien trajeados: hombres blancos, autónomos y sin diversidad funcional, que venían a anunciarnos que Gobierno Vasco, diputaciones y EUDEL ratifican el acuerdo del Consejo Vasco de la Familia llamado “Pacto para impulsar la natalidad” que también suscribe la patronal Confebask.

Ante semejante imagen, todavía no sabemos si lo que Urkullu, Olano y compañía pretendían era ofrecer sus servicios como sementales, o si realmente no entienden que en esa foto para fomentar la natalidad, algo evidente fallaba. Curiosa, aunque habitual, interpretación del despotismo ilustrado que parece querer hacer bueno aquello de «todo para el pueblo, pero sin las mujeres». Porque para estos cinco señores, las mujeres no debemos tener demasiado que decir en un asunto en el que, justamente al contrario, somos el eje central.

Al parecer, en Euskadi tenemos un «problema» porque las mujeres estamos pariendo de menos. Pero, ¿por qué supone un problema que la tasa de nacimientos baje? Estos señores han debido de sacar la calculadora que la patronal les regaló por Navidad y han echado sus cuentas: si como dice Christine Lagarde «los ancianos viven demasiado», y encima las mujeres no están por la labor de traer al mundo criaturas suficientes como para alimentar el mercado laboral… ¿Quién va a pagar las pensiones?

Automáticamente todas las alarmas se encienden, y se activa el viejo y falaz discurso del «problema demográfico». ¿La solución que proponen? Cinco millones de euros en ayudas directas, a pesar de que está demostrado que las políticas de incentivación no son efectivas; e implementar medidas de conciliación, a sabiendas de que el 90% de personas que se acogen a estas medidas son mujeres y lo hacen, en general, para dedicarse al cuidado. Medidas que, al fin y al cabo, vienen a reforzar esa ofensiva patriarcal y capitalista, insistiendo en el reparto del trabajo en función del género, y la separación entre el trabajo productivo y reproductivo.

Pero tenemos una mala noticia para Confebask y el PNV (en el poco probable supuesto de que no sean la misma organización con diferentes logos): no nos engañan. Sabemos bien que su verdadera intención pasa por la privatización del sistema de pensiones. «Planes de previsión social complementaria» los llamaba recientemente el consejero vasco de Hacienda y Economía, Pedro Azpiazu, quien hacía un llamamiento a la ciudadanía a interesarse por estos planes privados en una jornada organizada por la Federación de Entidades de Previsión Voluntaria de Euskadi. Más recientemente, Mariano Rajoy se ha quitado la careta de político para mostrar la de asalariado de la gran banca y ha pedido directamente a la ciudadanía que ahorre para complementar sus pensiones. Solo es la aceptación política de aquello que los gurús del Santander, BBVA y compañía llevan tiempo pidiendo: leyes que nos obliguen a contratar planes de pensiones privados. Es el último negocio por abordar en su saqueo de lo público.

Nosotras lo tenemos claro: no permitiremos que nos amenacen con la quiebra del sistema de pensiones porque baje la tasa de nacimiento. Se trata de un chantaje en toda regla y de ningún modo lo aceptaremos. No permitiremos que se recurra a nuestros cuerpos, una vez más, para sostener al capital; no aceptaremos ser meras incubadoras abocadas a reproducir la mano de obra barata que el sistema utilizará hasta que ya no le sirva para seguir acumulando riqueza.

Tenemos fuerza y propuestas para avanzar hacia un sistema que ponga la vida y el cuidado de las personas en el centro. Si se trata de ayudar a las familias, especialmente a las que están en situación exclusión –mayoritariamente monomarentales por cierto– bien podría pensarse en la puesta en marcha de un sistema de renta garantizada para la infancia o en medidas que aborden los cuidados desde claves de igualdad y justicia. Basta recordar el reciente conflicto de las residencias en Bizkaia para tener claro dónde están los verdaderos problemas y qué poco están dispuestos a hacer para solucionarlos.

Insistimos, tenemos propuestas para revertir el sistema capitalista heteropatriarcal que nos sitúa como esclavas de los trabajos de cuidados, invisibilizadas y relegadas a ser ciudadanas de segunda. Porque nos quieren calladas y dominadas, pariendo y cuidando para seguir reproduciendo su fuerza de trabajo. Pero ante ese ataque a nuestro derecho fundamental a existir plenamente y decidir sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas, nos tendrán enfrente, armadas de autodefensa feminista, desmontando su discurso del control y del miedo.

Así que antes de hablar de si creemos que la baja natalidad es un problema a solucionar, abordemos todas las cuestiones que deben garantizar una vida digna para todas las personas. Y si mientras quieren traer más criaturas a este mundo que lo hagan ellos. Pónganse ustedes a parir señores consejeros, diputados y alcaldes, pónganse ustedes a parir señores de la patronal, porque nosotras no somos úteros que se puedan comprar, ni con cinco millones ni con ningún pacto por la natalidad que nos quieran vender.