Joseba VIVANCO
Elkarrizketa
CARLES VIÑAS GRACIA
EXPERTO EN MOVIMIENTOS RADICALES EN EL FÚTBOL

«No podemos aislar el fútbol de la sociedad, es un reflejo de ella»

Profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Barcelona, a lo largo de su actividad investigadora ha hecho hincapié en la investigación histórica sobre los estilos juveniles, con especial relevancia en los skinheads y los grupos de seguidores radicales del fútbol. Ha publicado «El mundo ultra. Los radicales en el fútbol español» o «Tolerància Zero. La violència en el futbol».

En la retina, los incidentes previos al Athletic-Spartak y en el horizonte próximo, la visita a Bilbo de la hinchada radical del Marsella.

Cuando suceden estos incidentes se equiparan términos como ultras, hooligans, radicales... ¿Hasta qué punto caemos en un error?

Es importante tener en cuenta que son modelos distintos. Una cosa son los ‘hooligans’, cuyo origen es el llamado modelo inglés, y otra distinta son los ultras, que tienen sus orígenes en el ‘calcio’ italiano. Desde los años setenta y, sobre todo, ochenta, ambos se exportaron en una época donde no existían las fuentes de información actuales, es decir, que en muchas de sus concreciones los jóvenes adoptaron características de ambos de forma espontánea y desde el desconocimiento. Con el paso del tiempo se fueron definiendo con mayor precisión.

¿Habla de modelos diferentes?

Un modelo aboga por la animación coral, la no exhibición de símbolos identificativos grupales y la agregación en cuadrillas, mientras que el otro prioriza el grupo, las coreografias, caso de los tifos, o la exhibición de parafernalia propia. Sin embargo, con el paso de los años los dos modelos se han diluido, algo evidente, por ejemplo, en la proliferación de mosaicos y banderones en los estadios ingleses, algo impensable años atrás. En cuanto al uso de los términos, es cierto que se abusa de emplearlos como sinónimos cuando responden a realidades divergentes. No me parece adecuado, por ejemplo, utilizar el término ultra, así en genérico, para referirnos al fenómeno de los grupos de hinchas organizados en el Estado.

¿Por qué?

En primer lugar, porque muchos de estos colectivos rehusan autodenominarse como tales. Y lo hacen al identificar, desde inicios de los ochenta, la palabra ‘ultra’ con la ultradrecha y con grupos asociados a dicha ideología, como el caso de los Ultras Sur. De hecho, en Euskal Herria los mismos aficionados acuñaron la expresión ‘antiultra’ para autodenominarse, era una forma de desmarcarse del resto de colectivos que la usaban. Posteriormente, algunos grupos asociados a la izquierda o los nacionalismos periféricos acabaron asumiendo dicha etiqueta. Para evitar generalizaciones erróneas yo acostumbro a sugerir el empleo de la locución ‘grupos radicales’, no con connotaciones peyorativas, ojo, sino porque creo que es la que mejor sintetiza su singularidad respecto al resto de seguidores.

¿De qué manera ha evolucionado y hacia dónde este movimiento dentro del fútbol, desde los tiempos del «hooliganismo» inglés?

Desde su eclosión en Inglaterra en los años setenta el fenómeno del vandalismo asociado al fútbol se ha transformado y extendido. De una primera etapa de gestación y emergencia se pasó a unos años en los que los ‘hooligans’ protagonizaron múltiples episodios de violencia en los estadios, hecho que provocó que el Gobierno, entonces presidido por Margaret Thatcher, tomara cartas en el asunto. El mayor control policial y la presión ejercida sobre los grupos, por ejemplo, comportó una primera mutación con la aparición del fenómeno ‘casual’, que a partir de un cambio de la estética habitual hasta entonces trataba de rehuir los controles policiales para seguir atacando a sus rivales. Sin embargo, por diversas causas, el fenómeno entró en declive y hoy en día poco tiene que ver con la espiral generada en los años ochenta y noventa.

¿De qué o quién se nutren estos movimientos, pesa sobre todo el componente ideológico, es un ‘refugio’ o canalización de diferentes motivos, hasta dónde hay un componente donde prima la violencia por la violencia? ¿Son en ese sentido, lo que les mueve, igual quienes defienden unas ideas u otras?

No podemos establecer un perfil concreto, ya que nos encontramos con tipologías diversas, desde profesionales liberales hasta jóvenes en paro. Es un fenómeno transversal. Respecto al pósito ideológico es variable. En algunos grupos el mismo no pasa de ser una simple exhibición de símbolos políticos con ánimo transgresor, es decir, la idea de grada o estadio como escenario para con- seguir mayor visibilidad social, mientras en otros el nivel de politización es mayor. 

Sobre la violencia es innegable cómo en algunos grupos la misma ejerce como elemento cohesionador. En otros, en cambio, es un factor menor o se trata de una violencia ritual, más verbal que física. El gran error es generalizar porque se acaba criminalizando un fenómeno heterogéneo y muy diverso. Cayendo en ello, además, se refuerza a los grupos más beligantes, cuyos miembros ante la agresión que supone la presión social y policial estrechan aún más sus lazos de camaradería y consiguen que otros grupos ajenos a sus formas de actuación se acaben solidarizando con ellos.

Dando por hecho que habrá seguido de cerca lo sucedido en torno al Athletic-Spartak, ¿hasta qué punto lo ha mediatizado todo la muerte, incluso siendo accidental, del ertzaina? ¿porque, sin restar importancia a los incidentes, de no haber sucedido seguramente no hubiera dejado de ser un capítulo más de encontronazos entre hinchas como los ha habido otras veces?

Evidentemente que el deceso del ertzaina otorgó una proyección mediática mucho más trascendente a unos hechos que suceden con asiduidad en muchos desplazamientos de las competiciones europeas. Los medios, que a menudo obvian este tipo de enfrentamientos, focalizaron su atención en los mismos a partir del fallecimiento. Quizás estaría bien que alguna vez se reflexionara a fondo sobre del papel de la prensa en lo referente a sobredimensionar y generar alarma social, porque opino que una cosa es relativizar o minimizar un suceso y otra muy distinta es llegar a echar incluso más leña al fuego. Es preciso abordar los hechos con rigor, sin caer en estigmatizaciones ni tópicos, porque cada club, ciudad e hinchada responde a un contexto concreto y es complicado establecer comparaciones o generalizaciones sin tener en cuenta el mismo.

Algún sindicato policial aprovechó para tratar de equiparar la muerte de este ertzaina con la de Iñigo Cabacas y así contraatacar mediática o argumentalmente, e incluso algún otro reclamó recuperar los lanzapelotas...

Me parece obvio que los hechos ocurridos en la previa del Athletic-Spartak serán instrumentalizados para aumentar la espiral represiva. En la misma se enmarca la irrupción de la Ertzaina en Olabeaga. Sinceramente, creo que no es la solución sino una decisión de urgencia con la que se pretenden ocultar errores en el dispositivo de contención o no querer abordar el fenómeno de raíz, ni asumir responsabilidades. En mi opinión, las medidas preventivas son la mejor baza en este tipo de situaciones, por tanto quizás se tendría que haber actuado con mayor diligencia antes de la llegada a Bilbao de los hinchas rusos, ya que desde que el sorteo emparejó a ambos clubes se tenía la certeza de que sería un partido de riesgo. 

Respecto a la equiparación con la muerte de Iñigo Cabacas creo que no tiene ningún sentido, puesto que su fallecimiento sigue impune a pesar de ser víctima de una bala de goma. No hay ningún responsable del disparo mortal, ni ha habido juicio. Todo han sido buenas palabras, pero el compromiso de esclarecer los hechos se ha desvanecido progresivamente. Son dos casos distintos, puesto que uno de ellos responde directamente a una actuación policial, que debe ser siempre ejemplar y no poner en riesgo a los aficionados. Y que se reclame, ahora, recuperar el uso de un arma que ha causado una víctima mortal y ha provocado, como en el caso de Cataluña, que diversos ciudadanos hayan perdido su ojo, me parece imprudente. Tampoco puedo comprender que parte de la grada de San Mamés silbase a los hinchas organizados cuando lo único que reclamaban era justicia para Cabacas. Para mí, todas las víctimas merecen el mismo respeto.

Desde ámbitos periodísticos y políticos, mediatizados también por esa muerte, se ha entrado a saco contra determinado colectivo de hinchas denunciando su predisposición a protagonizar incidentes como los que se vivieron el otro día o en otras ocasiones con otras hinchadas. Desde los colectivos «antifa» responden que lo que tratan es de criminalizar todo ese movimiento aquí o a nivel europeo, pero que esos colectivos «fascistas» ligados a otros clubes van a tener siempre una respuesta cada vez que viajen a «territorio hostil»... ¿Cómo se aliña esta ensalada?

El día antes del partido hubo una manifestación en Bilbao que trascendía el ámbito deportivo. En los días previos transcendieron amenazas, la agresión en Gasteiz... A veces tendemos a reducir o simplificar este tipo de incidentes. Con frecuencia el relato oficial describe los altercados como peleas entre descerebrados, obviando la existencia, como en este caso, de un trasfondo político. Creo que es importante, si realmente queremos analizar con rigor este tipo de episodios, deslibrarnos de estereotipos y de prejuicios e ir al fondo de la cuestión. ¿Por qué los jóvenes actúan así? ¿Obedece a un contexto determinado? ¿Qué relevancia tiene el factor ideológico? ¿Los incidentes son una forma de visualizar una problemática social? En el fondo, el fútbol no deja de ser un espejo de nuestra sociedad.

Podría entenderse que crece entre sectores de hinchas en el fútbol europeo ese ideario de extrema derecha como está sucediendo también en la política o la propia conciencia social..

No creo que haya un auge o una extensión, simplemente ahora el foco está en ello. Tras la caída del muro de Berlín y la implosión de la URSS, en la mayoría de exrepúblicas soviéticas y en buena parte de los antiguos países de la Europa del Este rebrotó el ultranacionalismo. No es nada nuevo. Lo que ha cambiado, quizás, es el contexto sociopolítico. Por ejemplo, en Ucrania, tras el Maidán y el ascenso al poder de un gobierno más tolerante con las formaciones ultraderechistas, este tipo de grupos ha obtenido mayor visibilidad, pero ello no quiere decir que antes no existieran. El uso de los fondos de los estadios por parte de estos grupos afines a la extrema derecha no es una novedad, hace décadas que se produce. Sería preciso preguntarnos, quizás, por qué esto se ha permitido y no se han tomado medidas mucho más contundentes para acabar, por ejemplo, con el racismo en el fútbol. En la Liga rusa, por ejemplo, el racismo es una de las problemáticas más importantes como recogen las estadísticas anuales de incidentes. Como no se toma en consideración por parte de las autoridades, estos comportamientos se enquistan y extienden.

Entonces, ¿puede resultar hasta lógico que surjan respuestas, dentro del fútbol, desde la izquierda o movimientos «antifa»? ¿hasta dónde hay un argumento «lícito» de «si vienes a mi territorio me vas a tener enfrente»?

No podemos aislar el fútbol de la sociedad, es un reflejo de la misma. Me parece muy ingenuo creer que el fútbol vive aislado a su entorno más inmediato. Por tanto, si en su seno emerge una problemática es normal que determinados colectivos se sientan interpelados y traten de menguar su incidencia. Tampoco es una novedad que hayan hinchadas de izquierda o antifascistas, aunque habitualmente solo aparezcan en los medios cuando se las relaciona con actuaciones delictivas. 

Vivimos en una sociedad en la que el monopolio de la violencia lo ostentan las fuerzas de seguridad. Si alguien ajeno a ellas la ejerce está cometiendo un acto punible, delictivo y sancionable. A partir de aquí podemos entrar en otro debate, que se aleja de la legalidad vigente. Quiero decir, que no es que sea lícito, que obviamente no lo es, sino si más allá del ordenamiento jurídico, socialmente el uso de la violencia es un recurso apto como vía de resolución de un conflicto. Al respecto, este debate se suscitó en Estados Unidos a partir de la actuación de grupos antifascistas que se enfrentaron físicamente a militantes de la ‘Alt-right’.

Lo sucedido en Bilbo y su repercusión mediática y política posterior nos puede reafirmar en que se está criminalizando todo tipo de respuesta violenta no institucionalizada, desprotegiéndola de argumentos que pudieran sustentarla. Le pongo un ejemplo: imagínese a los miles y miles de jubilados de estos días que protestan en la calle, volcando contenedores porque el Gobierno no les hace ni puñetero caso y se hartan de que les tomen el pelo... ¡Lo que dirían medios de comunicación y políticos!

Seguramente, el trato informativo sería diferente dada la estigmatización que sufren los hinchas radicales del fútbol. No podemos quedarnos siempre en la anécdota e ir repitiendo el mismo mantra cuando asistimos a hecho s como los acontecidos en Bilbao. Es preciso efectuar análisis rigurosos que vayan más allá de las políticas en materia de seguridad y orden público. &discReturn;

Estos días muchos señalan con el dedo a la UEFA, clubes... ¿quién le pone el cascabel a este gato, hay voluntad de hacerlo?

Todos los actores del fútbol tienen su parte de responsabilidad. Cierto es que organismos como la UEFA en este caso podrían hacer mucho más de lo que hacen. El problema, una vez más, es la falta de voluntad y la percepción que se tiene de que no es un problema grave sino colateral. Están más ocupados en generar beneficios e incrementar los ingresos que no en preservar los valores del fútbol. Importan más las cuotas de mercado, la publicidad o los derechos televisivos que los aficionados, a los que perciben como simples clientes-consumidores sin derecho a queja. Por eso, este tipo de incidentes creo que, más allá de análisis alarmistas, deben examinarse como síntomas del propio estado de salud del fútbol. Como en su momento sucedió con la espiral de vandalismo de los ‘hooligans’ ingleses, interpretado por sociólogos como Ian Taylor como una reflejo de la pérdida progresiva del ascendente tradicional de la clase obrera en el fútbol británico.

Al Athletic se le ha empezado a exigir desde distintos ámbitos que expulse a determinado colectivo radical de la grada. ¿Qué papel tienen los clubes en todo este debate?

Son parte del problema también, porque en muchos casos no se toman en serio este tipo de hechos. Ya sea porque acontecen fuera de los estadios y se excusan en que es un tema de orden público o porque tratan de desvincularlo del fútbol, cuando creo que es muy evidente que forman parte de todo lo que rodea al mismo. A mi entender sería más apropiado que los clubes, lejos de sumarse a las maniobras criminalizadoras que puntualmente exigen mano dura contra sus propios hinchas, abordaran temas como el precio abusivo de las entradas, el trato dispensado a sus aficionados en los desplazamientos y un cúmulo de demandas que permitirían una comunicación más fluida con los colectivos más activos de la afición. Despotenciar las actitudes beligerantes es primordial, en cambio vemos cómo, por contra, únicamente se suman a estrategias represivas que lejos de solucionar el problema lo acrecientan. En Alemania, por ejemplo, los hinchas son tomados en cuenta, los clubes los reconocen como interlocutores, se valora su opinión, colabora con ellos... Me parece un modelo interesante a tomar en consideración.