Nekane Balluerka
Rectora de la UPV/EHU
GAURKOA

Más allá de las declaraciones, la igualdad se construye con hechos

Este año, el 8 de marzo viene acompañado de un llamamiento internacional a paros parciales o a la huelga. Pero al margen de esa circunstancia, de la que trataré después, un día como el de hoy impone una reflexión sobre el principio de igualdad entre hombres y mujeres, sobre los progresivos avances que se realizan y sobre las resistencias que todavía existen para erradicar el machismo como sistema.

Hay datos que se recuerdan en estas ocasiones para describir el camino que aún nos queda por delante, y voy a recordarlos también hoy, pero haciendo referencia a la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV/EHU), el ámbito institucional que conozco mejor y al que puedo referirme no solo desde la reivindicación, sino también desde la responsabilidad.

La universidad como institución y la UPV/EHU, más en concreto, ha logrado notables avances en el ámbito de la igualdad. Los órganos de gobierno de nuestra entidad son paritarios y el alumnado, colectivo que de forma más clara representa el futuro, es en buena parte femenino; pero incluso en este terreno el camino que queda por delante es aún largo y complejo. Por ejemplo, en las enseñanzas técnicas, la presencia de las alumnas es minoritaria, apenas un 26%. En los cargos directivos la presencia de la mujer también es restringida (36% en los equipos decanales y de dirección de centro; o 33% en las direcciones de departamento). Dos datos significativos: las mujeres solo dirigen un 33% de grupos de investigación reconocidos y el número de catedráticas de universidad ni siquiera alcanza el 25 %.

La exposición de datos como estos no debe ocultar otros: en la Universidad del País Vasco hemos dado pasos importantes para alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres a través de distintas iniciativas. Ahora estamos evaluando el II Plan de Igualdad, un proyecto muy ambicioso que ha desplegado sus efectos en todas las facetas de la actividad universitaria con tres objetivos fundamentales: integrar la perspectiva de género; garantizar la igualdad de trato y de oportunidades; y visibilizar el compromiso de la UPV/EHU con la igualdad. Junto a todo ello impartimos cursos específicos en materia de igualdad, nuevas masculinidades, y diversidad de sexo y de género; también estamos preparando un nuevo protocolo contra la violencia de género; y hemos puesto en marcha el programa Akademe, que persigue desarrollar las habilidades de liderazgo de las académicas, con el fin de motivar su acceso y permanencia en puestos de responsabilidad en la investigación, la docencia y la transferencia. Y todo ello con el objetivo de romper con la estructura de relaciones de poder que también está presente en la universidad.

He querido realizar esa pequeña evaluación de luces y de sombras en la Universidad del País Vasco antes de dirigir la reflexión a un plano estrictamente personal. Porque, frecuentemente, ante los problemas que plantea la igualdad (pero también ante muchos otros problemas sociales), trasladamos toda la responsabilidad a las administraciones públicas, y no solemos poner el acento en la responsabilidad personal.

En ese sentido, la lucha por la igualdad no es solo cosa de la política. La lucha por la igualdad demanda el compromiso personal, concreto, de muchos hombres y de muchas mujeres. Como en tantos otros problemas, no se trata únicamente de exigir que el Gobierno (o los gobiernos) hagan algo. Se trata de medir exactamente qué puedo hacer yo, hombre o mujer, en mi contexto particular, para impulsar la igualdad o, muy al contrario, para perpetuar las conductas machistas.

Yo he tenido la extraordinaria oportunidad de desarrollar una dilatada carrera académica. Fueron necesarios, para ello, una decisión personal, un compromiso serio, pero también la decisión y el compromiso de otras personas.

He realizado estancias de investigación en universidades británicas y norteamericanas, experiencias decisivas para mi carrera académica, y las realicé sin renunciar por ello ni a mi condición de hija, ni a mi condición de esposa, ni, por supuesto, a mi condición de madre. Pero todo eso fue posible no solo por mi compromiso personal, también por el compromiso de mi ama, de mi aita y de mi marido. Como en el caso de tantas otras personas, mi desarrollo profesional ha estado lleno de buenos momentos pero también de desánimos y sinsabores. Estar temporalmente alejada de mis hijas cuando eran pequeñas, ha sido una de las experiencias más dolorosas de mi vida. Pero pude llevarla a cabo gracias al apoyo incondicional de mi ama y de mi aita, que me han educado en igualdad, y de un hombre que asumió la corresponsabilidad de llevar adelante nuestra familia compaginándola, muchas veces en mayor medida que yo, con su actividad profesional: un hombre que fue capaz de llevar su paternidad hasta el extremo de abnegación y de trabajo con que normalmente una mujer lleva su maternidad.

Estoy orgullosa de mi trayectoria académica, pero estoy orgullosa, fundamental e incondicionalmente, de mi familia, de mis hijas y de mi marido porque sin su apoyo nada de lo conseguido habría sido posible. No entiendo por qué las cuestiones de igualdad se plantean, en ocasiones, desde un punto de vista de lucha, conflicto y competencia entre hombres y mujeres: la igualdad debe afrontarse desde un punto de vista de alianza y de complicidad. Posiblemente la igualdad debe afrontarse, al final, desde un punto de vista de amor y de cariño. Quizás las mujeres debamos preguntarnos si no estamos asumiendo la reflexión sobre la igualdad desde parámetros estrictamente masculinos: quizás debamos preguntarnos si no reflexionamos acerca de ella primando la competencia y el conflicto antes que el amor y la afectividad.

Entrar en cuestiones tan personales como las que acabo de indicar me parecía el mejor modo de visualizar algo evidente: el trabajo que queda por hacer para conseguir la igualdad es tanto o más importante en el ámbito de las decisiones personales que en el de la política. Y eso exige el compromiso, la apuesta, el paso al frente de muchos hombres.

Por eso, y en ese mismo plano de las decisiones personales, comunico que hoy secundo el paro parcial convocado por distintas organizaciones feministas. Lo hago a título personal, sin comprometer en modo alguno a mi institución. Y lo hago, como se puede comprender de lo expresado hasta ahora, para reivindicar, pero no solo para reivindicar: también para reconocer el trabajo y el esfuerzo en pro de la igualdad de muchísimas mujeres, y también de algunos hombres (ojalá fueran muchos más) que, más allá de las grandilocuentes declaraciones políticas, han llevado a su vida personal esos principios, pasando del discurso a los hechos, de la proclama al ejemplo.

En reconocimiento a ellas y a ellos, me sumo al paro parcial, y manifiesto, de nuevo, el compromiso hacia la igualdad, pero también la gratitud hacia quienes lo asumen ya con todas las consecuencias.