EDITORIALA
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Valores y políticas que broten de este impulso emancipador

En Euskal Herria la huelga feminista de ayer resultó un inmenso éxito movilizador. La convocatoria condicionó totalmente la vida pública y privada de la sociedad vasca, desde las empresas y las instituciones hasta los núcleos familiares. Se buscaba visualizar la importancia de las mujeres y su trabajo, la desigualdad estructural que padecen, las perversas relaciones de poder que rigen nuestras estructuras sociopolíticas, la gravedad de la violencia contra la mitad de la población y el miedo que genera, la discriminación, la invisibilización y la descompensación en la carga de los cuidados. Se quería combatir todo ello y contraponerle los valores centrales del feminismo: igualdad, justicia, coraje, pluralidad y libertad, entre otros. Con las mujeres como protagonistas, se llevó el día de celebración anual del 8 de marzo a otro plano, al marco de una lucha universal por la humanidad, por las personas y por las comunidades. Un grito contra la opresión y la desigualdad que resuena en todo el mundo y con una gran fuerza en nuestro país.

La convocatoria responde a un movimiento que se está desarrollando a diferentes ritmos y con perspectivas plurales a través de todo el mundo. Desde las Women's March de Washington o el #MeToo hasta las concentraciones en sanfermines, una conciencia renovada se abre camino y a ella se vinculan cada vez más y más personas de diferentes generaciones, orígenes y condiciones. Es una rebelión social en toda regla, una revolución de las dimensiones de la opresión que combate.

La afección que provocaron los paros ayer en la educación son especialmente reseñables. En este sector, como en otros, el sesgo de genero es muy claro. Pero, además, el modo en el que el patriarcado y sus diferentes violencias afectan a los menores, a las niñas y a los niños, supone un reto para el sistema educativo. El trabajo que se está realizando en muchos centros es crucial para que este sistema injusto no se reproduzca tan fácilmente.

Uno de los problemas más graves de nuestra sociedad es el sexismo y se da en el marco del patriarcado. La solución es el feminismo. Mejor dicho, los feminismos, porque la preparación de esta jornada ha mostrado visiones, agendas y alianzas muy diferentes. Esa pluralidad y esa dispersión no ha sido una barrera para plantear objetivos comunes y una serie de propuestas. Ese debate abierto no se debe detener. El feminismo militante que lucha contra los privilegios, contra la segregación y contra todas las desigualdades ofrece una alternativa sociopolítica de un gran alcance emancipador. En Euskal Herria tiene una gran potencia y, frente a un establishment muy conservador, aspira seriamente a ser hegemónico y vanguardista. En este proceso, no obstante, también se ha visto la influencia de un españolismo que replica dinámicas y esquemas que no se corresponden con la realidad vasca y que son distorsionantes.

En ciertos ámbitos, tanto ayer como en las semanas precedentes, se reprodujeron elementos patriarcales canónicos, desde el paternalismo hasta el negacionismo, algo lógico y previsible. El patriarcado es un sistema que si bien ayer recibió un ataque frontal no quedó ni mucho menos en suspensión. También es evidente una reacción machista. Hay que ponderarla y acertar a combatirla, fijando estrategias que van mucho más allá de consignas o dogmas, sin reproducir algunas de las taras de las políticas tradicionales de izquierda, que si no han acertado es precisamente, y entre otras cosas, por ser bien patriarcales en fondo y forma. Otro mundo es posible, pero solo si se hacen las cosas de otra manera. Esa es, también, una de las lecciones del feminismo.

Ayer los hombres feministas tuvieron espacios en los que aportar. La gran mayoría de pensadoras y activistas feministas señalan que esta revolución también está cambiando la manera en la que los hombres se acercan al feminismo, cambian sus formas de actuar y entender las relaciones entre personas y colectivos. Hay un trabajo inmenso por hacer en este terreno y, como consecuencia de las luchas históricas que ha vivido este país, puede ser fructífero y generar alianzas interesantes.

Los avances realizados en las anteriores olas del feminismo, algunos tan importantes como la aportación realizada por las lesbianas o la lucha por los derechos reproductivos, son una base firme. A la exigencia de la paridad hay que sumarle una diversidad que tiene como ejes los derechos y la libertad. Existen condiciones objetivas para un gran cambio político y social. Traducir la fuerza de ayer en políticas feministas es una labor comunitaria de primer orden para la sociedad vasca.