Raimundo Fitero
DE REOJO

Futuribles

La distancia entre lo que podría ser y será el futuro tecnológico  empieza a ser una medida flexible. La conjunción de la Ciencia con la Ficción nos deja siempre sensaciones de pérdida y de sorpresa. La literatura antes, la propia televisión hoy, nos van fomentando la imaginación, dibujando diferentes posibilidades del futuro. Unas no se cumplirán, otras nos sorprenderán. En La 2 hay un programa digno de este canal que intenta buscar los trabajos del futuro, se llama “Oficiorama”, y nos sitúa siempre en lo que parece se está investigando en diversos campos. Se hace con profusión de datos, con la intervención de personalidades en la materia tratada y nos puede provocar las mismas sensaciones. Lo que se nos anuncia puede quedarse en un abstracto histórico, pero habrá materiales, tecnologías que surgirán, que ahora mismo andan en el tubo de ensayo mental de sus investigadores y que pueden ser la revolución del mañana más cercano.

En el episodio visionado se hablaba con insistencia del año 2050. Y se daban algunas premisas sobre cómo será la educación, la escuela, la enseñanza o dicho con los términos expresados en el reportaje, la adquisición de conocimiento. Y asusta. Puede ser todo un hecho mecánico virtual, externo al propio ser humano. Un profesor aseguró que se podría aprender a conducir helicópteros con una aplicación, para entendernos. No pudo poner un ejemplo más caótico. Porque fue ampliando la oferta a otros campos más memoralísticos y entonces apareció el fantasma de la posibilidad de aprender sin esfuerzo ni determinación. Se insistió en que los primeros sacrificados en esta deshumanización serán los profesores que deberán adaptarse a esta robotización académica. Títulos conseguidos en la nube. Cristina Cifuentes es una adelantada.