Mikel INSAUSTI
VERANO DE UNA FAMILIA DE TOKYO

Tercera entrega de un entrañable remake del clásico costumbrista de Ozu

Todo empezó con el remake que Yôji Yamada hizo del clásico de Ozu “Cuentos de Tokio” (1953), retitulado como “Una familia de Tokio” (2013). Después vino la continuación “Una maravillosa familia de Tokio” (2016), mal recibida por parte de la crítica que consideró que Yamada estaba traicionando el espíritu del maestro Ozu al introducir unos toques de humor cada vez más ligeros, acompañados de una estética colorista nostalgicamente “pop”. Ahora nos llega esta tercera entrega presentada en su versión doblada como “Verano de una familia de Tokyo” (2017).

Pese a quien pese, Yamada es un venerable anciano de 86 años que sigue haciendo películas llenas de encanto para todos los públicos, las cuales alternan melodrama y comedia con un sentido de la cotidianidad magistral. Es cierto que se inspira inicialmente en el Ozu de la última estapa, pero añadiendo mucho de cosecha propia como gran autor que es. La trilogía de la familia Hirata le ha venido bien para recuperar su gran dedicación de años al humor con la longeva serie cinematográfica “Tora-san” (1976-1995), que llegó a estrenar hasta 48 largometrajes, sobre un viajante interpretado por Kiyoshi Atsumi. Sabido es que Yamada domina por igual comicidad y dramatismo, tal como demostró en su tríptico del género “chambara” con “El ocaso del samurai” (2002), “La espada oculta” (2004) y “Love & Honor” (2006).

En la anterior aparición de la familia Hirata causaba una gran conmoción el anuncio de un posible divorcio por parte de los abuelos, después de cumplir el 50º aniversario de su matrimonio. Sus hijos no parecen haberse recuperado de aquel susto, cuando el abuelo Shuzo, de nuevo encarnado por Isao Hashizume, sufre un pequeño percance de tráfico. El hijo mayor tendrá que llevar la voz cantante para convencerle de que renuncie al carnet de conducir por la edad.