Alberto PRADILLA
ELECCIONES EN VENEZUELA

VENEZUELA VOTA SIN LAS HABITUALES COLAS EN LOS COLEGIOS

LAS COLAS MADRUGADORAS PARA VOTAR HAN SIDO TRADICIÓN EN VENEZUELA. AYER, SIN EMBARGO, LAS PRINCIPALES AGLOMERACIONES ERAN PARA ESPERAR EL AUTOBÚS. LA JORNADA TRANSCURRIÓ DEL MISMO MODO DE LA CAMPAñA: CON BAJO PERFIL. ADEMÁS DEL GANADOR, LOS DATOS DE PARTICIPACIÓN MARCARÁN LA POLÍTICA INMEDIATA.

«Entre los candidatos que hay, me quedo con Nicolás Maduro. Son necesarias mejoras, estamos en mala situación, pero creo que no le han dejado trabajar». Eileen Pérez, de 48 años, vota en el colegio Miguel Antonio Caro, barrio de Catia, en el oeste de Caracas. Este es un sector que tradicionalmente ha apoyado al proceso bolivariano. Son las 9 de la mañana (las 15:00 en Euskal Herria) y a Pérez le ha costado un minuto depositar su sufragio. Llegar y tocar urna. Nada de aguantar las largas colas que caracterizaban las elecciones en Venezuela.

La escasa afluencia en los colegios visitados en toda la capital apunta a una baja participación. Y ese es, precisamente, el principal enemigo de Maduro, quedarse muy por debajo de las expectativas en el número de votantes. El chavismo argumenta que el sistema se ha agilizado, mientras que la oposición observa una falta de apoyo al modelo político.

Las elecciones presidenciales enfrentan al actual presidente con tres candidatos: Henri Falcón, antiguo gobernador del PSUV luego integrado en la oposición, Javier Bertucci, pastor evangélico señalado en los «Panama Papers» y Reinaldo Quijada, sin apenas presencia mediática. El sector duro opositor, antes agrupado en torno a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y ahora con el Frente Amplio Venezuela Libre, llamaba a la abstención y a presionar a la comunidad internacional para que no reconozca las elecciones. Una tarea en la que ha tenido éxito, ya que ni EEUU, ni la Unión Europea ni algunos países latinoamericanos dan validez al resultado, lo que abre un futuro incierto.

Bases chavistas

El gran enemigo para Nicolás Maduro era la abstención. O la baja participación. La opositora la tenía garantizada, así que la clave está en saber hasta qué punto ha logrado convencer a las bases chavistas, castigadas por duras condiciones económicas. Las elecciones se han desarrollado en un ambiente apático, con los ciudadanos más preocupados en resolver (palabra venezolana para buscarse la vida) que en la pugna política.

La inflación está disparada y, aunque ahora hay productos en todos los supermercados, poca gente tiene dinero para pagarlos. Ayer, jornada electoral, las colas que podían verse eran las de personas que esperaban al autobús. Los precios elevadísimos provocan que no puedan comprarse recambios, lo que ha disminuido drásticamente el parque de transporte.

Hace cinco años, Maduro obtuvo más de siete millones y medio de votos, y se impuso al aspirante de la MUD, Henrique Capriles, por algo más de 250.000 sufragios, con una participación que rozó el 80%. En agosto de 2017, cuando se celebraron las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente tras meses de violentas protestas, más de 8 millones de personas concurrieron a las urnas, según los datos del Consejo Nacional Electoral (CNE).

Esas son las cifras que se tomarán en cuenta a la hora de valorar los resultados. En opinión de Alejandro Fierro, analista del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag), la baja participación es un problema para Maduro, que gobernaría, si vence, ante una oposición que trata de deslegitimar su triunfo. También sería un duro golpe para Falcón, que a su juicio ha intentado construir un modelo de alternativa alejado de los sectores tradicionales de la MUD.

«Voto para que haya un cambio. La economía está demasiado dañada y hay mucha inseguridad. Se producen asaltos, atracos, robos a mano armada». José Torres, de 24 años, es estudiante de Derecho en la Universidad Central de Caracas. Acaba de depositar su voto en el colegio Miguel Antonio Caro, en Catia. Dice que apoya a Henri Falcón pero que entiende a los sectores opositores que no acuden a las urnas.

«La crisis es muy fuerte, no tiene precedentes. Mucha gente se ha marchado del país», afirma. Pone el ejemplo de su cuñado, que hace unos meses hizo las maletas y marchó en autobús a Colombia «buscando estabilidad». No hay cifras oficiales sobre el número de emigrados en los últimos años, aunque la ONU habla de un incremento del 895% entre 2015 y 2017. Torres no quiere marcharse. Dice que «podemos recuperarnos». Cree que la vía está en mejorar las relaciones con países como EEUU, España, Argentina o Brasil. «Debemos buscar la estabilidad», asegura. Este sector de votantes, los que apoyan a Falcón o Bertucci, era el más difícil de encontrar. Los chavistas reivindican su voto, mientras que la oposición dura hace pública su abstención. Son los que abogan por otros candidatos los que apelan al voto secreto para no decir cuál fue su opción.

A las 7.00, en el plan Andrés Eloy Blanco, uno de los sectores de la parroquia 23 de Enero, los votantes, mayoritariamente chavistas, acudían con preocupación al comprobar una afluencia menor que en otras citas. José Contreras, chofer de 53 años, asegura que «a partir de la una, la gente se activa», y muestra su confianza en un triunfo del chavismo.

Preguntado sobre las consecuencias de una victoria de Falcón, afirma: «imagina lo que se perdería», y comienza a enumerar los proyectos sociales desarrollados desde que Hugo Chávez llegó al palacio de Miraflores, en 1999. Este es un territorio complejo. Durante años, la delincuencia, los «malandros», como son conocidos en Venezuela, imponían su ley en las zonas altas del cerro. «Ahora es más tranquilo», dice Contreras. Cree que la acción de la Guardia Nacional Bolivariana, que ha desarrollado operativos especiales contra el hampa, y de los colectivos, que poseen sus propias armas, han pacificado las calles. Esta es una de las zonas en las que, además de los militares, uno puede encontrarse a civiles armados vigilando el barrio. Antes eran más visibles, aunque ayer todavía se les podía encontrar patrullando.

Abucheos a Zapatero

Si en el oeste apenas había filas, en los colegios del este el panorama era desolador. Previsible, ya que aquí se concentran la mayor parte de opositores. Había una convocatoria a reunirse en las iglesias de la zona, pero apenas tuvo impacto.

Quizás lo más remarcable de la jornada en este sector de Caracas son los abucheos que se llevó el expresidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, al salir del colegio Andrés Bello, en Chacao. Zapatero ha participado en los intentos de mediar entre chavismo y oposición pero, actualmente, es visto como aliado del Gobierno por parte de sectores derechistas. Los actuales comicios se celebran tras un acuerdo entre el Gobierno de Maduro y los candidatos de oposición al que no se quisieron sumar fuerzas como Voluntad Popular, Primero Justicia o Acción Democrática.

El pacto incluía reglas como la prohibición de instalar «puntos rojos», carpas que el chavismo ha utilizado históricamente para movilizar a sus bases durante la jornada. En esta ocasión, estas infraestructuras se colocaron más alejadas de los centros de votación y fueron rebautizadas como «puntos tricolores». Henri Falcón, al que las encuestas situaban como segundo candidato, realizó una denuncia pública por el uso de estos puntos. También, por el proselitismo en las cercanías de los colegios.

Esto ocurrió, por ejemplo, en el centro de votación Pedro Fontes, en la urbanización Montalbán, en el oeste. Se trata de un colegio «mixto», donde habitualmente gana el chavismo pero por poca diferencia. A mediodía, un grupo de partidarias de Maduro lanzaba proclamas a favor del proceso bolivariano ante el grupo que aguardaba para votar. Aquí sí había una pequeña cola. «Eso está mal«, protesta Marlen Navas, de cerca de 70 años. «Soy chavista y madurista, pero las normas están para cumplirlas», asegura.

«Creo en el sistema, ha hecho muchas cosas buenas. Antes, teníamos billetes. Ahora la gente se queja, pero no rechaza los bonos y ni las bolsas de alimentos», dice. Ella ha sido duramente golpeada por la crisis. Estuvo diez años jubilada pero ahora ha tenido que volver a trabajar como asistente administrativa en una correduría de seguros. «No me alcanzaban los reales», admite. Los fines de semana se dedica a coser, para aumentar sus ingresos. A pesar de todo, cree que una victoria de Maduro puede ayudar a la recuperación. «Es nuestra última oportunidad», le replica un joven, que no quiere identificarse.

En su opinión, en la constituyente se prometió resolver las dificultades económicas y, reconoce, la situación ha ido a peor. Así que considera que si no se mejora en un tiempo razonable, pueden estallar las protestas nuevamente.

No estaba previsto que los resultados se hiciesen públicos antes de la medianoche (6:00 en Euskal Herria). Lo previsible es que gane Maduro pero la clave está en el futuro incierto que se abre. Por un lado, por las presiones internacionales y una oposición que anuncia otra campaña de protestas. Por otro, por la economía, convertida en una trampa para la mayoría de la población.