Belén MARTÍNEZ
Analista social

La instauración de la tortura

La que fuera jefa de la Agencia Central de Información en Tailandia, bajo el mandato de George W. Bush, y ferviente defensora de la legalidad de las operaciones clandestinas, Abu Ghraib y Guantánamo, acaba de ser nombrada directora de la CIA.

Gina Haspel justificó el programa RDI (rendición, detención e interrogación) y las «técnicas mejoradas de interrogatorios». Toda una exquisitez conceptual para referirse a la simulación de ahogamiento o los castigos corporales degradantes a las personas detenidas y/o retenidas (actos que fueron calificados como tortura por el Senado, en 2014). Además participó en la destrucción de casi una centena de videos de interrogatorios. Nunca rindió cuentas ni fue sancionada por la destrucción de las evidencias que la inculpan. Según la Unión Americana por las Libertades Civiles, la responsabilidad ante la tortura es un imperativo moral, ético y legal. Siempre he creído que la misma existencia de la tortura nos envilece, adormece nuestra sensibilidad y capacidad de respuesta. La tortura nos hace sentir más indefensas en el gobierno de la ultraseguridad.

Se lamentaba Babeuf de las torturas feroces de los bárbaros de antaño, de su ensañamiento en los suplicios y de las muertes crueles y agonizantes. Yo digo hoy: no en nuestro nombre.