Aritz INTXUSTA
MEMORIA HISTÓRICA

Nueve institutos recorren el itinerario de los fugados de Ezkaba

Alumnos de cinco institutos completaron la primera etapa de la nueva GR225, la gran ruta que marca el itinerario que emprendieron los fugados del fuerte de Ezkaba rumbo a la muga de Iparralde. Llevaban consigo una botella con una carta de Andrés Zudaire, un fugado ejecutado, rumbo a Urepel.

Por allí escapó Jovino Fernández a Urepel. Los otros dos presos que alcanzaron la libertad acabaron cruzando la muga por Luzaide. Ayer, más de 200 estudiantes a los que se sumaron descendientes de presos comenzaron la caminata. Solo cubrieron la primera etapa, de unos 13 kilómetros, hasta llegar a la fosa de Olabe, donde los golpistas atraparon a un grupo de fugados y los ejecutaron.

Entre los estudiantes, caminaba también Carlos Vidondo, nieto de uno de los 206 hombres que se escaparon aquella noche y lo pagaron con su vida. Él llegó desde Azagra, pueblo ribero donde en 1938 la mujer de Andrés Zudaire quedó viuda de una niña de cinco años (la madre de Carlos) y embarazada de otra niña. «Ya cansa ya –explicaba Vidondo su llegada a Olabe–. Vengo del Ebro donde todo es llano y para mis piernas esto son montañas». Caminar por la nueva GR-225 les supone inevitablemente ponerse en la piel de su abuelo y de los demás. «Nosotros hemos hecho esta andada por los caminos y senderos. Ellos fueron corriendo, de noche, pinchándose, raspándose y sin comer», asegura. Señala uno de los montes que los presos trataron que cruzar mientras eludían la cacería. «Mira, mira esos claros y esos pinos... ¿Tú te fiarías a cruzar por el prado o avanzarías escondido entre los árboles y zarzas?», se pregunta el azagrés .

El abuelo de Vindondo acabó fusilado en Urtasun, a 20 kilómetros del penal. Hace 40 años, la familia fue a aquel lugar y recogió como pudo los restos. La abuela creyó reconocer la calavera de su marido por los dientes. «Los debía tener muy separados», comenta el nieto. Pero la viuda se equivocó. Con el nuevo banco de ADN que ha creado el Gobierno se han hecho las comprobaciones y ahora los restos de la pareja sí reposan juntos.

Un lugar para pensar

Los estudiantes de los institutos llegaban contentos, cansados y bromeando al final de la jornada. «Nos dijiste que eran cuatro kilómetros y llano. Nos has mentido», reprochaban un par de chicas a una profesora durante la última ascensión.

Pero, pese que eran adolescentes difíciles de sujetar, cuando comenzó el acto de homenaje en la fosa callaron todos. Todo fue muy sentido. Maite Mené cogió la guitarra y cantó en euskara un poema de Bertolt Brecht. La traducción sería esta: «Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles».

El responsable de Paz y Convivencia, Álvaro Baraibar, les habló sobre la transmisión intergeneracional de la memoria. «La memoria es algo vivo e importante para el futuro», explicó para animarles a luchar «por una sociedad más justa que la de los que nos precedieron».

La alcaldesa de Olabe, Mari Carmen Lizoain, dijo apenas dos frases. «La gente de este pueblo no olvidó. Aquí tenéis un sitio para venir a pensar cuando queráis», les invitó en referencia a la fosa exhumada, señalada con dos monolitos y que goza de unas hermosas vistas.

Javier Rey y Fermín Ezkieta (creadores de la GR-225) recogieron de manos de estudiantes el testigo en forma de botella con el mensaje compuesto por la carta de Zudaire, fotos y otros recuerdos. Hoy lo entregarán a alumnos de otros cuatro centros, que cubrirán la etapa final de la fuga: de Sorogain a Urepel.